El bocho de la familia
Por: Leonel Michel Velasco

A principios del 79 adquirí mi primer carro un Volkswagen del años 1977 que rescate del cerro; por allá lo traían entre veredas brincando piedras y hoyos. Su aspecto era bastante deteriorado, con la barriga del caparazón en la parte trasera del piloto zambullida; al subir al auto, más de uno lo comentaba. 

Ese bocho se convirtió en mi fiel compañero en varias aventuras; lo conduje en tres ocaciones desde El Grullo a Tijuana y, una más de El Grullo a Santana California; siendo esta mi primer larga salida, recorriendo más de 2500 kilómetros, de allá regreso transformado rejuvenecido, trabajo de un primo quien tenía un taller de laminado y pintura; él era un experto ganando varios premiados en VW. Después de mi visita en Santa Ana, California, invité a mi anfitriona, mi tía Lupe, a acompañarnos en el viaje de regreso hasta El Grullo. Al ver nuestro carro tan reluciente que parecía nuevo, nos felicitó y decidió unirse a nosotros en el viaje. Solo quedaba disponible el asiento trasero pues llevábamos el equipaje de los tres, varias compras y regalos. En el asiento delantero, mi experimentado amigo se encargó de conducir mientras nos turnábamos en el camino. Después de un buen tramo de camino, en Jalisco, subiendo una cuesta, tuve que cambiar de cuarta a tercera y acelerar a fondo, ya que venía bajando una camioneta; solo se golpeó el espejo retrovisor con un ligero toque, el cual regresó a su posición sin ningún daño o problema. Este fue el único sobresalto durante todo el trayecto.

En la segunda larga salida cuando me fui a vivir a Tijuana, manejando solo en el desierto de Sonora pasando Hermosillo me quede sin gasolina, saque una bolinga y un trozo de manguera mostrándolo al primer carro a la vista mismo que aproximadamente diez minutos atrás acababa de rebasar, me auxilio permitiéndome extraer un galón, indicándome que a nueve kilómetros encontraría una gasolinera, recomendándome no manejar tan fuerte por esa interminable desértica recta, donde en soledad y sin señal radiofónica, después de cinco horas de silencio escuchando solo al viento, se vuelve imperante gritar a todo pulmón, rompiendo el silencio y disipando la ansiedad; antes de doblar a la izquierda rumbo a Rio Colorado, un avión del ejercito de USA, me saco un gran susto he indignación, ya que aparte de violar nuestra soberanía, se vino en picada como si se dirigiera asía mi, sacudiendo al bocho y ensordeciéndome, de seguro al piloto le resulto divertido …   

La tercer vez en la luna de miel rumbo a El Grullo, visitando: Mexicali donde pase la primer noche todo afiebrado, ya restablecido y bien desayunado nos dirigimos para Hermosillo, continuando a Mazatlán, Guadalajara, Manzanillo, Colima y Ciudad Guzmán, por insistencia de la recién esposa; humo negro detrás del bocho, surtiendo dos de aceite por una de gasolina y de regreso cuarta vez igual con humo y sin ningún contratiempo, al llegar a Tijuana, a otro día lo lleve al mecánico para reconstruir  el motor. 

Ya con tres de mis hijos trabajando en una abarrotera de gerente de personal un grupito de empleados a quienes tuve que despedirlos por robo, se desquitaron conmigo poniendo algún solvente a la gasolina de mi vw; una cabeza del motor exploto derritiéndose, por suerte no paso a mayores cuando exploto ya había dejado la autopista y conducía a baja velocidad entre hoyos y piedras, por la Colonia los Altos.       

Y la quinta regrese solo para emigrar a GDL y posteriormente regresar a vivir a El Grullo, donde nos establecimos.

En estos largos trayectos llegue a quedarme sin closh, acelerando y desacelerando para hacer cambios de velocidad; sin acelerador, quitando las agujetas de los tenis para acelerar manualmente, me  sentía orgulloso de mi auto pues nunca me dejo, en mis travesías llegue a mirar autos nuevos y grandes varados por calentamiento. Es increíble cómo un objeto tan simple como mi bocho puede generar tantos recuerdos y emociones. Ese carrito VW del 77  siempre será especial para mí, no solo porque me llevo a lugares increíbles, sino que me enseño el valor de la perseverancia y el amor por las cosas que nos importan.   

Este héroe de mil batallas ya no las contaba, en una ocasión mi hermana y yo decidimos ir en el recién adquirido Volkswagen, desde Guadalajara hasta El Grullo. Todo parecía ir bien hasta que llegamos a una peligrosa serpenteante carretera, conocida en la región como el chorrillo ya que muchos chorrean sus frenos y otros inexpertos pecan de imprudentes como yo mero, quien confiado en mi habilidad al volante, decidí rebasar a un camión que llevaba vigas de acero. Pero justo cuando estaba en el medio de mi maniobra, de repente apareció otro enorme camión de frente. No había espacio para frenar ni para acelerar, y pronto me encontré atrapado entre los dos vehículos. Mi única opción fue meterme entre las cuatro llantas del camión que estaba rebasando, mientras trataba de sincronizar la velocidad y mantenerme a salvo. Como hipnotizado conteniendo la respiración y atento al espejo retrovisor del camión que rebasaba y tanteando no testerear el redondeado techo del bocho, con la parte baja de la redila del camión y, sobretodo sincronizar la velocidad teniendo de frente dos enormes llantas y las de atrás. 

Al rebasar, aún conteniendo el aliento y en sepulcral silencio solo saque mi mano agradeciendo al trailero, quien a su ves me mostró su pulgar hacia arriba.

Fue una situación aterradora, en la que mi hermana y yo apenas cruzamos palabra. Nos mantuvimos en silencio durante media hora, hasta que finalmente llegamos a nuestro destino sano y salvo. Desde ese día, aprendí la importancia de ser más cuidadoso en la carretera, y de nunca subestimar los peligros que pueden aparecer de repente, fue como volver a nacer.

Años después viniendo de GDL con un tío de peso pesado y antes de llegar a Juchitlán, una combi VW, salió de la carretera dándose vuelta en U, la cual no pude esquivar, pegándole a mi bocho en las llantas traseras girando tres vueltas hacia la derecha, creó que si no volcamos fue gracias al contrapeso de mi tío,  el bocho quedo varado dañada la suspensión, cuando reaccione, la combi se dio a la fuga y ni las placas pude tomar; el tío solo comento que era un ave de mal agüero. 

En otra ocasión, varios parientes y yo nos fuimos en caravana a una fiesta en Uruapan, Michoacán. 

En el viaje de regreso a Guadalajara, mi tío, quien disfrutaba del buen vinillo, me acompañó como copiloto. En una intersección de carreteras, necesité frenar de repente, pero por más presión que ejercí sobre el pedal del freno, no logré detener el vehículo. El carro de un primo, quien iba delante de nosotros se percató de lo que estaba sucediendo y aceleró, acercándose lo más posible al siguiente vehículo. Esta maniobra nos permitió desviarnos hacia un montículo de tierra y finalmente detener el coche. Es importante mencionar que este VW ya tenía experiencia en conducir en terrenos montañosos. 

Al revisar detrás del freno, encontré la pachita pequeña botella de mezcal. Mi tío solo dijo: «Este conductor parece que trae un tractor, definitivamente no me volveré a subir con él».

Posteriormente entregué las llaves del bocho al presentarme su titulo universitario a uno de mis hijos, quien le ha dado  un nuevo look quedando reluciente y rejuvenecido, como si hubiera vuelto en el tiempo en sus años de gloria, siendo el orgullo de la familia, donde los tres varones aprendieron a manejar y a escondidas competían en arrancones. Se pretende que mi niña la menor de la familia aprenda a manejar  en el bocho como lo hicieron sus hermanos. Así que, mi niña ya pueden iniciar tus clases de manejo.

Comments

comments