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Maduro, al pebetero

Juan M. Negrete

Local 17 interior del mercado municipal, más de 40 años de tradición, atendido por su amigo Alfonso Gómez el cortito

La susodicha oposición no sólo no aceptó el resultado oficial, sino que proclamó sus propias cifras. Según sus cuentas y cuentos, revisado el 85% de las actas, su candidato había obtenido como un 70% de los sufragios, lo que le convertía en automático en el candidato ganador. La turbulencia poselectorera no se hizo esperar. Hubo marchas, mítines y embotellamientos a granel. También se desató una ola de descalificación mediática en contra de los institutos oficiales de la elección. Según la opinocracia occidental, todos los que sostuvieron el triunfo de Maduro son instituciones corruptas, vendidas y compradas.

El regateo público duró más o menos un mes en su propio territorio, pero los medios masivos de intoxicación y tergiversación no conoció respiro en el exterior, alentados sobre todo por los gobiernos gringo y británico. Nuestros gobiernos latinos nada más les hacen solfa a estos mandones. Y nuestros medios locales repiten todo lo que se les indica desde los centros de mando del imperio. Así estuvieron las cosas.

Con toda esta parafernalia, se creó en el ambiente medio una supuesta rebatinga que tendría lugar el día de ayer, 10 de enero, en todo Venezuela, suponiéndose que sobre todo Caracas, la capital, entraría en estado de coma. La lideresa más conocida de la oposición, Corina Machado, se mantuvo todo este tiempo en la clandestinidad, aunque no dejaba de soltar avances del plan orquestado para impedir la toma de posesión de Maduro. Se decía que millones de manifestantes opositores harían acto de presencia en el país e impedirían tal acto protocolario.

La segunda parte del plan, que en realidad debería de haberse planteado como primero, era que don Edmundo, exiliado en España, entraría a como diera lugar al corazón de la patria venezolana, empujaría hasta al cesto de la basura al usurpador o fraudulento Maduro, y reacomodaría los cuadros de la democracia venezolana, al gusto desde luego de las potencias mercantiles que les enviaron a treparse al escenario.

Pero todo este plan desarrolló un libreto que bien podemos calificar de ridículo. Para empezar, a la señora Machado le inventaron primero un secuestro, sin prueba alguna. Se publicitó una marcha pública mediante la cual salía de la clandestinidad y retomaba las banderas para agitar a la población a impedir la consumación del fraude. Mas no hubo una sola prueba de la tal detención y la farsa se les desplomó y estrelló en el suelo, sobre todo a los medios que soltaron tal cobertura sin presentar un solo dato veraz sobre el asunto.

Al señor Edmundo le organizaron una supuesta marcha triunfal que cubriría algunas plazas importantes de nuestro continente. Fue a Argentina, obvio, y a algunos otros centros ceremoniales, controlados por la extrema derecha. Iba acompañado de personajes impresentables como Aznar, Calderón y Fox, que le harían la escolta para su ingreso triunfal en Caracas. Su penúltima parada sería en Washington o en el Pentágono, que es de donde reciben las órdenes terminantes, a las que no pueden objetar nuestros obtusos personeros de la oligarquía criolla o de huarache.

Pero no tuvo la comparecencia esperada de los poderes gringos y tampoco pudo desplazarse de ahí al punto ceremonial prefijado: Caracas. Se quedó en República Dominicana y desde ahí lanzó un exordio balbuciente, tímido, lánguido más bien, para invitar al mundo a desconocer a Maduro y a dizque restablecer la democracia en su sufrido país: Venezuela. Sí hubo una marcha opositora en Caracas, a la que los medios más objetivos le calcularon una presencia de unos dos mil participantes. Fue entonces una manifestación muy pobre. Y no se sabe que haya sido reprimida. No tiene caso hacerlo.

Los mandos del poder venezolano realizaron al parecer lo conducente, lo que corresponde a quienes fungen como poder establecido. Su primera medida atinada consistió en no engancharse en las diatribas falaces o estrafalarias que propalaban los medios masivos sobre la numeralia electorera. Por más que se les exigía en todos los tonos que presentaran una por una las actas de la jornada electoral jamás dieron dicho paso. Era una exigencia torpe de los gobiernos occidentales descalificadores, si como cargo adjunto afirmaron siempre que todas estas instituciones estaban vendidas y sometidas al control del poder bolivariano.

La segunda acción de mando consistió en revestir del poder constituido al que dieron en su momento como candidato ganador, Nicolás Maduro, y lo entronizaron para que desempeñe el cargo de poder ejecutivo, en el que ya lleva doce años, otros seis más. A nuestros medios occidentales, tergiversadores de los hechos, les seguiremos escuchando el discurso manido de la dictadura bolivariana. Pero por lo pronto el poder venezolano no les permitió salirse con la suya. Podemos afirmar entonces que la oposición venezolana está más que inflada y casi, casi, que es puro cuento. Ya veremos luego qué siga de todo este sainete.

2025: Lo que nos espera

Juan M. Negrete

Local 17 interior del mercado municipal, más de 40 años de tradición, atendido por su amigo Alfonso Gómez el cortito

De los eventos próximos más esperados, uno es tal vez el que más destaca. Se trata de la toma de posesión del güero desabrido que ganó las elecciones en gringolandia. Se llama Donald Trump y todos tenemos alguna referencia suya, dado que pertenece a la caterva de personajes extravertidos que hacen todo el esfuerzo por ocupar el centro de la atención. Pero si se tratara tan sólo de un exhibicionista más, nos podríamos dar el lujo de ignorarlo. No es el caso. El puesto que abordará es nada menos que el de la silla del poder ejecutivo federal.

Las decisiones que tome desde ese sitial nos involucrarán a todos los habitantes del planeta, seamos o no gringos. Lo que respalda esta afirmación tan temeraria es el dato de que el país de nuestros vecinos está convertido en la sede de un imperio. Hasta hace muy pocos años era la primera potencia mundial, visto desde el ángulo que fuera. Eran la primera economía del mundo, la potencia militar más afianzada, la estructura ideológica predominante y muchos otros etcéteras.

Pero las cosas han venido cambiando en los últimos años. A la estructura social del capitalismo, en el que los gringos ocupaban sin discusión alguna la cresta de dominio, ya se le aparecieron competidores de peso que lo empiezan a desplazar. A las instituciones financieras que daban y establecían las directrices financieras, el FMI y el BM, se les apareció Juan Diego con el BRICS+.

Empezaron siendo apenas los cinco países que arropan tales siglas: Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica. Pero este paquete de países ya se amplió con muchos nuevos socios, al grado de que este primero de enero incluyeron en su lista a la isla mayor de las Antillas, a la Cuba enmurada por los gringos. Muchos aducen que con esta medida se iniciará el desbloqueo de la amada isla. Ojalá sea cierto.

El choque será de polendas, pues si alguien, de los hombres del poder gringo, se ha aneciado a profundizar las medidas del bloqueo de Cuba es precisamente Donald Trump. La decisión del grupo de los BRICS+ de sumar a Cuba a su lista de desobedientes al capitalismo gringo tendrá en esta página la profundización de tales hostilidades. Este es uno de los escenarios que nos esperan con el nuevo año.

Otra nota que hemos de lidiar serán las volubilidades por montar o desmontar con los estropicios que traiga consigo la voluntad de cerrarles todas las puertas a los migrantes, para que no ingresen a la unión americana, tal cual es la pulsión de quienes componen dichas caravanas. El problema para nuestro país consiste precisamente en que nuestras vías de comunicación son las que están saturadas de estos viandantes, aunque la mayoría de ellos no tenga nuestra nacionalidad. Y si los gringos responsables de abrirles o cerrarles la puerta nos los avientan a todos a su traspatio, que somos nosotros porque así nos ven, pues nos las vamos a ver duras.

Por un lado, tendremos que ofrecer la opción hospitalaria a los expulsados, extranjeros para los gringos, pero también para nosotros. Por el otro, habrá que buscarle el lado a la cerrazón de tanto Trump multiplicado. Porque si fuera tan sólo paranoia del güerejo desabrido, de algún modo le salíamos al paso. Pero como esta paranoia racista parece estar demasiado extendida entre la ciudadanía gringa, pues no nos la vamos a acabar. Y lo peor es que no se tratará tan sólo de un diferendo entre gobiernos, sino que serán medidas que tengan que afrontar y cumplir, o bien oponerse a su ejecución, una buena parte de los ciudadanos de a pie de ambos países. Es lo que hay. Y de eso se nos vendrá el tequio sabroso para este año.

Como no somos profetas, no adelantamos vísperas ni auguramos cómo se va a dejar venir el torrente de esta descomposición social. Del norte nos vendrán los discursos de intolerancia y exigencias internacionales fuera de libreto, como suele pasar con las ocurrencias de los desavenidos. Lo peor que generan estas descomposturas consiste en rematar en incendios armados, que luego degeneran en guerras. Y entonces sí, sálvese el que pueda. Hablamos hasta este momento de discursos descompuestos. Pero la opción de recurrir a medidas de fuerza está sobre el tapete.

Hace días que tanto Trump, como los paniaguados suyos a los que ya incrustó en su gabinete, manejan la postura de declarar a los cárteles del narco como a terroristas. Si les incluyen formalmente en tal lista, la secuela de fondo vendrá a ser que se pongan a bombardear instalaciones de supuestos narcotraficantes allende de sus fronteras, asentadas en nuestro territorio. Luego perseguirán a personajes a los que ellos, de manera unilateral, tilden de mafiosos narcos. ¿Les detendrán las fronteras que marcan el ejercicio de la soberanía para cada país? Ya vimos que estos señores gringos no respetan tales convenciones.

¿Traerá entonces este año que comienza una nueva invasión de los gringos a nuestro México lindo y querido? Porque ya tenemos la experiencia histórica de que lo han hecho antes. Y les han valido morisqueta los acuerdos binacionales y los acuerdos de convivencia internacional. Hasta lo inimaginable podemos esperar entonces en este año que comienza. Ya veremos cómo masque la iguana por los días que vienen. Ojalá que no tengamos que lidiar pues con tales desaguisados.

Cerrojo de año viejo


Juan M. Negrete

Muchos de nuestros sabios antiguos fueron desflorando la margarita de estas mediciones. Nosotros, los contemporáneos, heredamos sus sesudas elucubraciones y nos las apropiamos. En muchos casos ni siquiera sabemos los nombres de estos sabios antiguos, menos los parámetros con que elaboraron tales trabajos y concluyeron el regalito que nos obsequiaron. Medimos nuestro transcurrir del tiempo tomando el día de referencia y proyectando su cuantificación hacia un más o un menos, según hayamos de referir los datos.

Hacia las minucias de los días, vamos cortando y recortando con horas, bajamos a los minutos y a los segundos y, de quererlo, referimos a cantidades temporales aún más diminutas, hasta remitirnos a trozos ínfimos, que topen con el infinito como barrera inimaginable. Lo mismo nos pasa en nuestras proyeciónes tiran al más. Con los días elaboramos semanas, meses, años, lustros, décadas, siglos, milenios y paremos de contar, la no terminaríamos. Los límites pues para nuestros más o menos tienden a llevarnos de las orejas hasta el infinito.

Pero no le busquemos más pies al gato, sabiendo que tiene cuatro. En unos días más iniciaría el conteo del nuevo año en ciernes, al que ennumeramos como el 2025 y ya no mentaremos, como transcurriendo, los días del 2024 sino para datos y hechos engavetados en la historia. La historia, vista como el reino del pasado. Para la ubicación temporal de tales acontecimientos ya ocurridos nos siguen siendo útiles estos referentes de medidas, pero ya no más para el transcurrir presente.

Una costumbre inveterada, también extendida junto con estos patrones de medición, es el catálogo de pretensiones de conducta personal o colectiva, y sus promesas. Nos decimos, para nuestros dentros, que vamos a corregir tal o cual renglón en el que nos hallamos deficiencias. Son propósitos nobles que, a veces, nos duran la víspera. Como dejar de beber licor en exceso, o ahorrar dineros y recursos no renovables, o cambiar nuestros hábitos incómodos como los desprecios o la ausencia de calidad humana en nuestros actos cotidianos. ¡Qué sé yo! Cada quien sabe donde le aprieta el zapato y por ahí enfoca sus prevenciones. Si se nos olvidan pronto o tarde estos propósitos, es parte de nuestras rutinas. Pero de que hay que meterle el hombro a la tarea, ni quien lo dude.

Así que desde esta columna incorregible, la que elaboramos cada fin de semana para nuestros cuatro lectores que nos siguen, y también para más de alguno despistado que pose su vista sobre estas parrafadas, van nuestros mejores deseos para que el año nuevo les venga positivo en todo y que les aleje, en lo posible, las malas vibras que luego nos descomponen el cuadro.

De los ajustes y desarreglos individules, cada uno sabe su cuento. Pero hay muchas tareas y procesos que nos son comunes. Participamos en tareas y entretenimientos colectivas y a muchos de ellos no los podemos eludir. Van pues por esta pista también nuestros alientos y esperanzas, para que a todos nos vaya lo mejor posible. Dígase de tareas claramente políticas, por ejemplo. Pero hay muchas de ellas que no suben a tal palestra de discusión interminable. Pensemos, por decir una, en la obtención de buenos rendimientos escolares. Si hay como treinta millones de mexicanos metidos en las escuelas, es de pensarse que los buenos deseos para que nos funcionen estos tinglados son de atención prioritaria. Y como este renglón, muchos otros.

Ya no divaguemos más. Démonos el abrazo colectivo acotumbrado para esta fecha de estreno de calendario y pongámonos las pilas para que en todo nos vaya mejor. Que obtengamos los mejores resultados de nuestros esfuerzos colectivos y personales. Y que no se nos borre pronto la sonrisa común de la actitud positiva con que enfrentemos nuestras tareas.

Esta es la tónica con la que querremos arrancar el nuevo año que ya se nos vino encima y al que habrá que torear con nuestros mejores recursos. Ah, y que las inocentadas, con las que nos bromeamos todos en este día veintiocho de diciembre, simplemente que no se pasen de la raya. Nos vemos por aquí entonces, en los días que vienen, con el mejor talante y con la ilusión de que a todos nos vaya bien, lo mejor posible desde luego. Un abrazo solidario a tirios y a troyanos y le seguimos

Fiestas navideñas

Juan M. Negrete

Esta referencia se enmarca en las coordenadas del cristianismo, que vino a ser la religión preponderante por aquí desde hace poco más de un milenio y medio. Cuando el imperio romano, bajo la férula de Constantino, convirtió al cristianismo en la religión oficial, los relatos, las liturgias y todos sus pábulos de rituales se ajustaron entre sí con los hábitos cotidianos. Y como dice aquel viejo refrán: la ley la hizo el rey; la costumbre, la muchedumbre. Desde entonces nos viene pues el celebrar de este modo las festividades aún vivas.

Una de éstas es la navidad, en la que se nos comunica la venida al mundo de una divinidad. Había que nimbarlo de elementos mágicos, como muchos ritos en éste misma y en otras religiones. Se trata de una divinidad, pero los autores del misterio acordaron presentarlo como hijo de una muchacha terrenal. Está medio complicado el desbarajuste, porque se trata de un enredo especial entre la divinidad suprema con una figura humana. El progenitor es inmortal, la matrona es una mortal.

En la cultura griega hay muchos relatos similares a éste, en donde los dioses buscan a mujeres sencillas, mortales por necesidad, para engendrar pimpollos. Tal vez no fuera el interés meramente de que les naciera un determinado ejemplar, sino simplemente darse el gusto de obtener el grato placer orgásmico con el que nos reproducimos los seres humanos. Queda claro en todas esta narraciones, elaboradas por efímeros seres humanos, que la ganona del enredo es la progenitora, no el dios violador, al que le vale un comino la descendencia que por esa vía se vaya a ir construyendo. Terminaron los autores de estos cuentos convirtiendo en semidioses a sus engendros. Pero no es el caso del relato cristiano.

Los que elaboraron el relato biblico de la venida de Jesús de Nazareth al mundo insistieron siempre en la calidad superior o divina de tal criatura. Aunque fuera hijo de una mujer mortal, María, no rebajó nunca su esencia divinal. Era un dios entero y completo, entremezclado con sus contemporáneos. Y aunque anduviera siempre rodeado de criatura perecederas, él iba a ser señalado distinto. Así lo han predicado y así habría de entenderse siempre. Fue y sigue siendo su pretensión.

Local 17 interior del mercado municipal, más de 40 años de tradición, atendido por su amigo Alfonso Gómez el cortito

Hay un duro pasaje en ese historial, en el que lo hacen figurar el suplicio de la muerte. Pero al final de tal historia, hasta la misma divinidad de la muerte es derrotada por este hijo de mujer mortal. A esto se corresponden los relatos de su resurrección y de su elevación a los cielos, de donde había descendido para habitar entre los humanos. Este capítulo viene a ser la segunda parte de este relato, que por hoy no nos ocupa. Por estos días se festeja lo que tuvo que ver con su nacimiento, que es su aparición entre los mortales. Nada más.

A lo largo de los siglos y determinadas por las distintas variantes geográficas del globo, unas fiestas resaltan algunos elementos y otras otros. Por ejemplo, todas las regiones en donde el frío aprieta en serio adelantan como elemento primordial la nieve, la oscuridad, los trineos y la ropa de invierno. En cambio, quienes no tenemos, como aquí en México, tales durezas del clima aunque sea el invierno, enmarcábamos nuestros monumentos con henos y musgos, con velitas, cascabeles y vestuarios simulando vida pastoril.

Lo muy propio de nuestra región mesoamericana para esta festividad venía a ser la elaboración de monumentos para representar el nacimiento. Duraban hasta pasada la temporada. Se arreglaban de acuerdo al ingenio de nuestros constructores autóctonos. Pero el festejo que se convertía en la alegría vespertina de chicos y grandes venía a ser la posada, en la cual no podía faltar la piñata y su bolo. Bebíamos ponche, pelábamos mandarinas y cañas, consumíamos colaciones, cacahuates, dulces al por mayor. Era un festejo universal e inolvidable.

Como la música es parte de nuestra entraña, entonábamos villancicos y repetíamos sonsonetes alusivos a la fiesta, como aquello de que ‘la piñata tiene caca, tiene caca… cacahuates de a montón’. O las redondillas aquellas del ‘dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino’. Los cohetitos, los saltapericos, las palomitas y todo el ruido posible durante nueve dias, sin que nos diéramos cuenta, cuando fuimos chiquillos, de que las bolsas de nuestros progenitores poco a poco se iban agotando.

La mera noche navideña nos íbamos a dormir después de haber concurrido a la misa de gallo. Y el mero 25, nos apurábamos a despertar pues amanecía el nacimiento tapizado de regalitos para todos, chicos y grandes. Esa era la fiesta de la navidad. O al menos fue la que este redactor compulsó tantas veces y que sigue recordando con tanta fruición, aunque los formatos de tales fiestas se hayan modificado tanto y ya no contengan casi los elementos de aquellos felices días.

Ahora, con un mundo tan modificado, saturado de productos de la tecnología actual y entreverado de tantas y cuantas variaciones festivas de lo que se realiza en todo el globo, apenas quedan casi recuerdos de aquellos viejos monumentos navideños. Los garrotes, con los que apaleábamos las piñatas, como la muñeca fea, duermen en un rincón el sueño de los justos. De todas formas, felices fiestas para todos.