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Poco Circulante

Leonel Michel Velasco

 Nuestra región está pasando por una situación donde corremos el riesgo de ser unos AGACHADOS (recordando al monero Rius) y, no por doblar nuestras manos sino la cabeza, al permitir que otros sustraigan el usufructo de nuestros esfuerzos locales y regionales y, quedarnos tan tibios como siempre, así como si no pasara nada y como si el poco flujo de personas y por ende del circulante económico no afectara el comercio.

No podemos quedarnos con los brCarton Junio 2014azos cruzados; la llegada a nuestros municipios de instituciones financieras que otorgan préstamos con pagos «chiquitos», las tiendas de conveniencia y las paraestatales no son más que síntomas de que el circulante marchará a menos contrayendo el flujo económico y si le sumamos: la flojera en nuestra agricultura, más la poca o nula industrialización que pudiera ayudar a salir adelante para que hubiera mayor circulante…, si que estaremos fritos, sin dinero, solo para medio comer.

 No se trata de impedir el libre comercio, se trata de no dejarse comer el mandado, de ponerse las pilas, de emular y superar esa competencia de 365 X 24, de cambiar las cortinas por transparentes cristales, de organizarse de tal manera que, sin sacrificar descanso y el tiempo dedicado a la familia, nuestros negocios locales dejen de cerrar los jueves por las tardes, se trata de abrirlos y con atractivas ofertas. Los hermanos de Autlán “Ya” no cierran los viernes por la tarde…, se trata de unirse para hacer compras en común, como lo hace las tiendas CTM; hará algunos 30 años algunos abarroteros grullenses se unieron conformando una cooperativa con resultados muy positivos en calidad y precio, donde tanto el comerciante como el pueblo ganaron; en fin, se trata de estar abiertos al cambio con una actitud mental positiva sabiendo que cuando algo se termina nace algo nuevo y que la adversidad es un motor que hace caminar más fuerte; estamos ante un momento difícil, donde debe salir lo mejor de cada uno de nosotros, desde actitud, la pasión, el esfuerzo, la entrega, la dedicación, el carácter; responder positivamente ante las adversidades, buena cara a malos tiempos, no basta con soñar, un sueño con un plan y sobretodo accionar, mantener activa la imaginación, enfocarse en lo que se va a hacer, pocas cosas pero bien hechas, unirse a la gente correcta, celebrar cada meta alcanzada, soñar para mantenerse despierto.

La Burocracia Dorada.

Por Pedro Vargas Avalos.

 En días pasados comentábamos la injusticia salarial que impera en la República, de lo cual no se escapa ninguna Entidad federativa. Destacan en los extremos de esa iniquidad, los millones de conciudadanos que perciben el famélico salario mínimo y los  miles que orondamente disfrutan del insolente ingreso vía gubernamental, a cuya clase solemos conocer como “burocracia dorada”.

Usando el sentido común, todo mundo piensa que el primer gobernante de la nación sería quien más ganara por el renglón de sueldo, pues sin duda alguna es el funcionario que mayor responsabilidad y poder tiene. Sin embargo no es así, pues varios servidores públicos tienen muy superiores ingresos al del Presidente, y muchísimos más, alcances muy cercanos.

En este año de 2014 según un diario (La Jornada 31-V-14) el mandatario federal recibe la suma de $4.2 millones de pesos anuales, de los que paga Impuesto Sobre la Renta (ISR) y le restan netos 3 millones 54 mil 974 pesos. El auditor Superior de la Federación, (o sea, el personaje que supuestamente cuida que no se malversen los fondos o en su caso, previa auditoría señala donde hubo desviaciones de recursos), gana casi lo mismo.

Pero con asombro vemos, que el otrora “patito feo” del poder público y por lo tanto del presupuesto, o sea el poder judicial de la federación, ahora se despacha con la cuchara grande, pues su presidente tiene una remuneración anual bruta de 6.3 millones de pesos, la cual está integrada por 4.4 millones de sueldos y salarios, 1.1 millones de prestaciones y 714 mil de pago por riesgo.

En nivel similar se encuentran el resto de los ministros de la Suprema Corte de Justicia, los integrantes del Consejo de la Judicatura Federal y los magistrados de la sala superior del TEPJF. Tal parece que es una carrera loca para tope en lo que tope, ganar más sin el problema de trabajar mejor ni rendir cuentas a ningún patrón: aquí el todo sale del erario, es decir del dinero que Ud., amable lector y yo pagamos vía impuestos al gobierno. La imaginación no tuvo límites cuando en mayo pasado se aprobó  un “haber de retiro”, gracias a que el congreso federal avaló una reforma legal para permitir este pago que puede ser interpretado como una pensión vitalicia, con sabor a pago de favores. Por fortuna, las enormes críticas a tal aberración, han hecho que se haya iniciado el proceso para anularla.

Los anteriores casos solo son botones de muestra, porque si ahondamos en las nóminas oficiales, encontramos que los consejeros del adefesio centralista que suplantó al IFE (Instituto Nacional Electoral)  tienen una percepción bruta de 4.1 millones, monto compuesto por 3.1 millones de sueldos y salarios y un milloncejo de pesillos como prestaciones.

¿Cuánto tiempo duraría un obrero que recibe como precio de su trabajo esforzado, el salario mínimo o dos sueldos de esta categoría, e incluso quizás tres minisalarios, para acumular la suma de un mes de alguno de esos miembros de la casta dorada? La mitad de su vida, si es que fuera longevo, porque si no, entonces sería de plano la existencia entera.

Y todo lo que dijimos de los anteriores sujetos súper bien pagados, es aplicable con ligeros ajustes a miles de altos  funcionarios de la federación, de los Estados  y municipios, considerando a los directivos de organismos públicos descentralizados, al estilo de PEMEX, CFE, IMSS, ISSSTE, etc., etc.

 Si por lo elevado del sueldo, lo que se paga a los magistrados y demás miembros de la administración de justicia, no se justifica, mucho menos se acredita que los diputados, senadores y regidores, ganen las estratosféricas cifras que actualmente cobran.

Como somos muy demócratas (en el discurso de los políticos y sus paniaguados), deberíamos consultar al pueblo para saber el monto que merecen por su trabajo estos especímenes presupuestívoros. Lo más seguro será que se les señalaran sueldos que no excedieran diez minisalarios. Y eso porque es necesario tenerlos conforme nuestro sistema político, que si no, mucha gente respaldaría el que ni siquiera existieran tales plazas, por lo infecundo de sus labores y lo desacreditado que están quienes las desempeñan, ante la opinión pública.

La burocracia dorada no para en los anteriores ámbitos que son del orden federal, incluye a los tres órdenes de gobierno con sus respectivos apéndices descentralizados, y además está presente en las universidades, en los partidos políticos y en todo organismo que viva del tesoro público, salvo honrosísimas excepciones.

¿Qué hacer para remediar tan oprobiosa situación? No es factible a través de una ley, porque estas las forjan los diputados y senadores, quienes son producto de los partidos políticos (verdaderos parásitos del sistema nacional) y en consecuencia, no hay verdugo que se ajusticie asimismo.

Quizás solo una comisión de ciudadanos, investida de poder suficiente para que sus dictámenes fueran obligatorios, lo podría llevar a cabo. Pero lo difícil sería escogerlos, y sobre todo, aprobar un procedimiento para ello. En estos casos, solo las revoluciones (que pueden ser pacíficas) resuelven tal entuerto; la fragua de una nueva Constitución Política, sería lo más recomendable, para comenzar desde cero y evitar los amparos y leguleyadas a que suelen acudir los que gozan de privilegios y temen perderlos.

En fin, lo peor es continuar como estamos, porque esta injusta situación que rige, cada día nos lleva  al terrible hecho de que cada vez tenemos millones de pobres más pobres, y pocos miles de  ricos demasiado ricos. Acabar con la democracia dorada que nos flagela, es una prioridad de estricta justicia republicana.

La Tragedia del Mercado Corona.

Por Pedro Vargas Avalos.

Sorprendente y no tanto, fue la noticia esparcida el 4 de mayo pasado, cuando nos enteramos de que el mercado Corona de Guadalajara,  se había incendiado y que necesariamente tendría que ser demolido en su totalidad.

La mente nos trasladó al ya lejano año de 1963, cuando un  incendio lo había también destrozado, de tal manera que se cambió su fachada por  completo, desgraciadamente para empeorar, dejando atrás la impactante imagen del mercado Corona neoclásico del siglo XIX , obra del ingeniero y abogado Ambrosio Ulloa, de gratos recuerdos para los tapatíos.

Nuestro notable mercado Corona, llamado así en memoria del extraordinario jalisciense Ramón Corona, quien fue su iniciador en 1888, y que habiendo sido asesinado en 1889, en gratitud se le impuso su nombre, supo guardar el perfil original luego de la  primera vez en que el fuego lo victimó, el 15 de noviembre de 1910.

En ese año del inicio de la revolución mexicana,  el arzobispo de Guadalajara José de Jesús Ortiz, encabezó la acción para recaudar fondos y auxiliar a los comerciantes siniestrados.

En 1929 otro voraz incendio lastimó la imagen del mercado Corona; por fortuna al remodelarlo se supo guardar la línea del original, sin la belleza original de sus columnas pero al menos  con una estampa que hacía recordar mejores tiempos.

El 3 de febrero de 1953 por la madrugada, de nueva cuenta hubo una quemazón que causó perjuicios por casi medio millón de pesos. Se restauró enseguida buscando conservar lo que restaba de  su original línea arquitectónica.

La nueva quemazón que padeció nuestro entrañable mercado del centro histórico tapatío,  hizo que el 29 de marzo de 1963, aduciendo “un viejo anhelo tapatío”, el ayuntamiento aprobara la construcción del nuevo mercado Corona, con área de 4,600 metros cuadrados, de los que construidos serían 3, 720 metros, con 382 locales, y un cine en los altos. Su costo podría ser hasta de $4,600.000.00 pesos. El 12 de julio de 1963 el cabildo aprobó que iniciaran las obras tras la temporada de lluvias, y que el préstamo del Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras  Públicas, pudiera ampliarse hasta la mitad de su monto, en caso de ser necesario. El 1 de agosto de 1963 se pidió al Congreso autorizara el crédito por $2, 337,480.00 para que el Ayuntamiento reconstruyera el mercado Corona.

Entre otras razones para hacer el nuevo edificio, se arguyó que el mercado que en ese momento había, ya no era compatible con la zona, por lo que debería estar mejor presentado y ser más funcional, incluyendo un estacionamiento subterráneo para 134 autos, mezaninne y mercado de flores. Era alcalde Francisco Medina Ascensio y Secretario del Ayuntamiento Eduardo Aviña Bátiz; éste sería el sucesor del alteño, y concluiría la tarea.

Por fin en las fiestas patrias de 1965, ya siendo  el  mencionado Eduardo Aviña Bátiz,  echó a andar el nuevo centro de abasto de Guadalajara,  construido con un valor final de 4 millones y medio, de aquellos pesos que todavía valían mucho, y bajo un diseño del arquitecto Julio de la Peña, que para nuestro gusto dejó mucho que desear, quedando lejísimos del señorial mercado Corona del ingeniero Ulloa, y para colmo, sin realizar lo que inicialmente se había planeado, especialmente lo relativo al estacionamiento y a la sala cinematográfica.

Se respetó eso si, la plazuela del “Amo” Don  José Antonio Torres, el libertador de Guadalajara en 1810; pero la mediocridad de autoridades municipales dieron al traste con ese espacio cívico, y dejaron que ávidos comerciantes se apoderaran del lugar hasta desahuciar a nuestro inolvidable caudillo libertario, que fue arrojado al arroyo de la avenida Hidalgo, donde a diario protesta, no solo por lo que le hicieron a su estatua, sino por lo irresponsable de los gobiernos municipales que han permitido la pérdida de mucho de la riqueza arquitectónica de la Perla de Occidente.

Ahora bien, la pregunta inmediata fue:¿por culpa de quien se incendió el mercado?. La respuesta no es un secreto ni está lejana: se debe a la incuria de los locatarios y a la irresponsabilidad de las autoridades que consintieron un estado de cosas deplorable. Hasta que sucedió la catástrofe.

El pago de ese siniestro ahora no solo corre por cuenta de los damnificados, sino que es a cargo de los tapatíos por entero, bueno, al menos de los que pagamos impuestos. También lo sufragarán, los comerciantes bien establecidos que habrán de soportar por largos meses a los siniestrados.  Y sufrirán todos los habitantes e incluso visitantes de la ciudad, que soportarán una imagen empañada y varias áreas públicas ocupadas.

El mal ya está hecho, y lo que resta ahora es recuperar para Guadalajara parte de su identidad; nada de que en aras de la modernidad se erija un adefesio, como sucedió cuando se demolió la antigua Universidad y se hizo en su lugar la espantosa torre Lutecia; o como pasó con la hermosa manzana de la Escuela de Música y Trabajo Social, que fue derrumbada inmisericordemente para construir un enorme cuanto ordinario edificio.

La autoridad tiene la palabra; hasta la fecha no tenemos mucho de que aplaudirle, ojalá que en esta ocasión asuma su papel y logre sacara avante, tanto los intereses de los que sufrieron el incendio, como de nuestra Perla Tapatía, que por décadas ha sido ultrajada y espera que aunque sea por esta vez, se le resarza y recobre algo de su grandeza perdida.