ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LOS LIBROS DE TEXTO GRATUITOS

Publicado 8 agosto, 2023

Por:  Manuel Moreno Castañeda

Muy difícil (no me atreví a escribir imposible por si brotara un caso) es que quienes detentan el poder, sea político, económico, religioso, afectivo o de cualquier índole, tanto en los microespacios familiares, laborales, escolares u otros, no caiga en la tentación de querer que los demás piensen y obren de acuerdo con sus propias ideas y sus modos de actuar. Esto lo podemos observar y vivir cotidianamente con diversas maneras de manifestarse y con distintas intensidades que cíclicamente suben de tono y grados de violencia cuando las cúpulas del poder ven en peligro sus privilegios, intereses y posibilidades del control social que mantenga las hegemonías logradas de diversos modos, sea por la fuerza o consensos, éstos con base en el convencimiento o la manipulación de creencias, premios y miedos. Un ejemplo de manipulación de los temores está la ya vieja estrategia de pretender asustar a la gente con el fantasma del comunismo. Situación que en estos días se ha intensificado al coincidir la entrega de libros de texto para la educación básica de la Nueva Escuela Mexicana (NEM), con la afectación de intereses de algunos grupos de poder económico, la tradicional oposición de la jerarquía clerical con sus organizaciones para clericales y los tiempos, preelectorales.


Un vistazo a lo que se publica en los diversos medios masivos acerca de la educación pública, nos hace ver las distintas perspectivas desde las que se emiten opiniones, generalmente simplistas y parciales, por la posición única desde la que se ve la situación educativa y por el aspecto único que se observa. Visiones que, por ignorancia o conscientemente no consideran a los sistemas educativos en toda su complejidad con la diversidad y multidimensionalidad que les caracteriza. Además, están limitadas por el sesgo ideológico y por los intereses de las personas e instancias a quienes prestan sus servicios.


A propósito de la diversidad de perspectivas, considero apropiado aclarar mi postura. Soy un profesor jubilado que trabajé durante seis décadas, desde alfabetizador hasta la educación superior, pasando por escuelas primarias y secundarias. La primera reforma educativa que viví fue la del Plan de Once Años al iniciar la década de los años sesenta del siglo XX en la cual se dieron debates muy parecidos a los de ahora, con la diferencia de que el partido entonces en el poder asumió una postura liberal y ahora se suma a la oposición conservadora.


Con respecto a las reformas educativas gubernamentales, yo estoy de parte de un cambio permanente que responda de manera oportuna y apropiada a las expectativas y proyectos sociales, lo que se aprecia en todos los intentos de reforma que generalmente se han quedado cortos por cambios sexenales de rumbo y carecer de visiones y estrategias a largo plazo; por la carencia de estructuras y organizacionales y modos de gestión que propicien, impulsen y faciliten las reformas académicas, cuya obsoleta y excesiva burocracia inhibe las transformaciones, a lo que se aúnan las simulaciones y la resistencia de quienes, temerosos de los cambios, se refugian en el mantenimiento de posturas y discursos anacrónicos.


Entiendo que es viable y deseable discutir con respecto al tratamiento epistémico y pedagógico de los contenidos y la selección de éstos; así como sobre las metodologías y recursos tecnológicos más apropiados. Lo que suele ser difícil cuando la gente y sus agrupaciones se fincan en creencias e ideologías irreconciliables. Posturas y cosmovisiones que pueden estar en los programas como objetos de estudio, no como imposiciones políticas o religiosas (siempre estarán las visiones encontradas de creacionismo versus evolucionismo; ver a las religiones como dogmas o como mitologías; etcétera). No puede llegarse a acuerdos cuando unos expresan sus ideas sobre contenidos curriculares desde una visión dogmática y otros parten de principios científicos.


En este ser ya hacer y hacer de la educación institucional es esencial el diálogo con la comunidad y la familia, me refiero a las familias auténticas de cada comunidad y escuela, no a membretes de poca representatividad.


A partir de estas consideraciones sobre las reformas educativas y que éstas abarcan sólo lo académico, siendo la educación un proceso más amplio e integral que comprende todos los ámbitos y tiempos de la vida, paso a expresar mi punto de vista acerca de algunos de los aspectos que he leído y escuchado.
Hay quienes expresan su inconformidad por lo que creen que es la desaparición de los grados escolares en primaria, cuando la verdad no desaparecen, lo único que se hace es organizarlos por fases, lo que además no es nada nuevo, así fueron considerados mucho tiempo y se siguen viendo cuando en el grado par se complementan aprendizajes de los grados nones. Por otra parte, recordemos que la organización por edades y grados escolares es una herencia ya obsoleta de los primeros años de la revolución industrial de hace más de dos siglos, donde se buscaba estandarizar y seriar los procesos escolares. Forma que se mantiene porque facilita el trabajo a la burocracia, no porque tenga bases científicas ni académicas. De hecho, desde hace tiempo que debiera repensarse y replantearse esta organización. Las estrategias y procedimientos organizacionales siguen siendo un pendiente, sino se mejora y adecuan a los procesos y escenarios deseados, imposible que sean realidad los sueños pedagógicos, eso se ha visto y se ve en todos los intentos de reforma.


Es también común escuchar la queja de que desaparecen las asignaturas disciplinares como las matemáticas. Puede ser que no hayan leído los programas y los libros, como también que no los hayan entendido o que entendiéndolos no estén de acuerdo o se opongan sólo por oponerse o porque así se les indica. La verdad es que los aprendizajes disciplinares no se ven como cursos aislados sin sentido, sino como saberes contenidos en los campos formativos y en los proyectos que pueden ser de aula, escolares y comunitarios. No se necesita ponerle un nombre o dedicarles un espacio curricular restringido a los aprendizajes para que sean logrados. Lo que si se requiere es que quienes van a vivir los programas, sea enseñando o aprendiendo, lo entiendan.


Los libros, con todo el valor que tienen como recursos tecno-pedagógicos y fuentes privilegiadas de información y conocimiento, no son las únicas fuentes, éstas se encuentran en toda la vida y como parte de ésta los diálogos cotidianos, las observaciones de la vida social y natural y, desde luego, la amplia y diversa bibliografía en diversos formatos.


Los planes con estrategias de aprendizaje que rebasen los enfoques de disciplinas aisladas no es tema de ahora, históricamente lo han intentado reformas anteriores. Durante la gestión de López Mateos como presidente y Torres Bodet al frente de la SEP, los planes de estudio proponían un enfoque globalizador basado en las áreas de: La protección de la salud y el mejoramiento del vigor físico; Investigación del medio y aprovechamiento de los recursos naturales; Comprensión y mejoramiento de la vida social; Actividades creadoras; Actividades prácticas y Adquisición de los elementos de la cultura, en la que se incorporaban las matemáticas y el español como lenguajes para el aprendizaje. No es que temas anteriores como la gramática y la aritmética desaparecieran, sino que cobraban sentido al aplicarse en unidades de trabajo en las se echaba mano de las diversas áreas del conocimiento en situaciones enfocados a problemas que podrían ser escolares o comunitarios. Después, con la reforma echeverrista, se agruparon las disciplinas por áreas de conocimiento, fue el caso de las ciencias sociales y naturales además de las matemáticas y el español. Después se regresaría a las materias aisladas. Ahora con la NEM se propone de nuevo enseñar y aprender con base en proyectos en donde las disciplinas cobran sentido en la medida que responden a situaciones concretas de la vida.


Algo que me parece muy positivo es que se tenga más confianza en los docentes y estudiantes, que no sólo operen lo que otros desde desconocidas realidades diseñaron. Que mediante estrategias como el codiseño curricular, aprendientes y enseñantes realicen las adecuaciones apropiadas a su contexto y propósitos educativos. Cuando se habla de que los especialistas no fueron tomados en cuenta, quizá se refieran a los autores tradicionales que trabajan para las grandes editoriales. Sin entender y reconocer que las profesoras y profesores de base son los verdaderos especialistas, que con base en sus saberes, compromiso y creatividad deben sacar adelante las tareas del sistema educativo como responsables de las mediaciones pedagógicas.


Si puede haber errores en la edición, como los hay en los libros del mercado, lo que no es válido es simular que les importa la calidad educativa haciendo énfasis en sus fallas, cuando el asunto de fondo es político, económico e ideológico. Lo que realmente importa a quienes se expresan en contra de los libros es el control del sistema educativo en la que ellos si difundan e impongan su doctrina ideológica. Es un absurdo que los dueños de los medios masivos, la jerarquía clerical y las cúpulas empresariales (que se valen de los partidos políticos que están a su servicio) se quejen de que mediante los libros se pretende imponer una ideología cuando históricamente es lo que han hecho ellos. Igual sucede cuando los políticos critican el uso político de los libros mientras hacen lo mismo.


Lo que no ayuda, educativamente hablando, aunque políticamente se le use, son las opiniones inquisitoriales de la ultraderecha que convocan a la destrucción de libros, como tampoco la defensa a ultranza de la perfección del sistema y sus materiales educativos, pues en educación nunca se llegará a modelos perfectos, es un proceso permanente de cambios. Parafraseando a Freire (aunque este nombre asuste a la ultraderecha) diría que, la educación no es, está siendo.

*Profesor jubilado. hola@profesormanuelmoreno.com

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