La Chífóra del Poder: Un Juego Global

Por: Leonel Michel Velasco

Este también es el juego preferido de las naciones más grandes y poderosas, dándose la mano para hacer rodar a los más pequeños. Así tumbaron a Irak, colgando a su líder y enviando un mensaje claro a los países del Tercer Mundo: no pretendan unirse ni fortalecerse. Ucrania es otro ejemplo; los intereses de los fuertes la van a repartir como ya se repartieron a Siria. Lo mismo ocurre en Palestina, donde la fuerza bruta define el destino de los indefensos.

Local 17 interior del mercado municipal, más de 40 años de tradición, atendido por su amigo Alfonso Gómez el cortito

Durante la Guerra Fría, el miedo fue el arma de control por excelencia. Nos pusieron al borde, haciéndonos creer en el inminente estallido de la Tercera Guerra Mundial. Dos bloques enfrentados, con la capacidad de destruir el planeta una veintena de veces. Sin embargo, hoy ese miedo ya no tiene el mismo efecto. Si la guerra se da, ni cuenta nos daremos… porque no quedará nadie para contarlo.

Y ahora, los poderosos han encontrado otra forma de control: el hambre. Si antes sometían con bombas y cañones, hoy lo hacen encareciendo la vida, acumulando riqueza hasta el hartazgo para luego tomar el control absoluto. Empresas y gobiernos privatizan la tierra, el agua, las semillas. Monsanto impone alimentos transgénicos; Nestlé se apropia del agua potable; los supermercados fijan los precios y los pueblos se quedan sin opciones.

Pero hay un límite que ni el dinero ni el poder pueden torcer. Porque ahí está la naturaleza, lista para frenar sus ambiciones. Si no, pregúntenle a Baruch Spinoza, que ya advertía sobre las leyes inmutables del universo.

«Los más poderosos y protegidos podrían ser los primeros en extinguirse.»

¿Qué perversa necesidad hay de acumular tanto poder destructivo si solo nos acerca a la extinción? Buscan meteoritos del tamaño de un cuarto de la luna, cuando basta una lluvia de fragmentos diminutos para borrar a los más fuertes del planeta.

Perversa e inconsciente es la terquedad del Homo sapiens, ese que persigue el poder por la fuerza, esos más fuertes que podrían ser destruidos por meteoritos tan pequeños como invisibles.

La pandemia no tocó a los indigentes, y las cucarachas serán las últimas en consumir el oxígeno.

Si la historia nos ha enseñado algo, es que los más fuertes no siempre son los que sobreviven, sino los que saben adaptarse. Pero los poderosos, en su soberbia, siguen jugando a la Chífóra del poder… sin darse cuenta de que, al final, también serán arrastrados por la inercia.

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