La debacle del imperio acompañado de la fuerza

Por: Leonel Michel Velasco
La fuerza de las armas, la fuerza de la confianza verde dolarificada y ficticia.
Con Trump llegan las patadas de ahogado y a su lado la fuerte oligarquía de un sistema
neoliberal en crisis, donde rifa la propiedad privada, la libre competencia y la acumulación de
capital, es dirigida para el bien de unos pocos, relegando el bien común
El declive de una potencia mundial no ocurre de la noche a la mañana. Es un proceso marcado
por señales de agotamiento, contradicciones internas y la desesperada necesidad de mantener un
orden que se tambalea. En este escenario, la fuerza juega un papel crucial: la fuerza de las armas
y la fuerza de una confianza verde, dolarificada y ficticia.
Estados Unidos, el epicentro del sistema neoliberal, se sostiene sobre dos pilares fundamentales:
el dominio militar y la supremacía del dólar. Sin embargo, ambos han comenzado a mostrar
grietas profundas. La creciente polarización política, el desgaste de sus intervenciones militares y
la fragilidad de su hegemonía económica anuncia una crisis sistémica. Con la reelección de
Donald Trump, estas tensiones se intensifican, acelerando el proceso de decadencia.
La fuerza de las armas: el recurso de la desesperación
A lo largo de la historia, los imperios en crisis han recurrido a la fuerza bruta para mantener su dominio. Estados Unidos no es la excepción. La maquinaria militar, alimentada por un presupuesto exorbitante, es el último recurso de una potencia que ve amenazada su supremacía.
Las guerras sin fin, las bases militares esparcidas por el mundo y la constante intervención en los asuntos de otros países son síntomas de un imperio que lucha por conservar su influencia.
Sin embargo, el uso de la fuerza militar ha dejado de ser garantía de estabilidad. Afganistán, Irak y otros conflictos han demostrado que la intervención no siempre asegura el control. La resistencia global a la hegemonía estadounidense es cada vez más evidente, y el costo político y económico de sostener estas campañas se vuelve insostenible.
La confianza verde: una ilusión frágil
El otro gran pilar del dominio estadounidense es el dólar. La «confianza verde» en la moneda
estadounidense ha sido el motor de la economía global durante décadas. Sin embargo, esta
confianza se ha construido sobre una base artificial. La impresión descontrolada de billetes, la
manipulación de mercados y el endeudamiento excesivo han generado una burbuja que tarde o
temprano estallará.
El auge de nuevas economías emergentes, la desdolarización impulsada por países como China y
Rusia, y la creciente adopción de monedas alternativas en el comercio internacional amenazan
con debilitar el poder del dólar. Si la moneda pierde su estatus de referencia global, el colapso
financiero de Estados Unidos podría ser una realidad inminente.
Trump y la agonía de un sistema en crisis
La vuelta de Donald Trump a la presidencia representa las patadas de ahogado de un sistema en
decadencia. Su retórica populista, su proteccionismo extremo y su enfoque errático en política
exterior podrían acelerar el colapso del orden neoliberal. Pero Trump no es una causa, sino un
síntoma de un modelo que ya no puede sostenerse.
Bajo su liderazgo, la oligarquía que domina el sistema se fortalecerá aún más. La acumulación de
capital, la privatización desenfrenada y la libre competencia seguirán beneficiando a unos pocos,
mientras las mayorías quedan relegadas. El bien común, antaño un ideal en las democracias
liberales, se convierte en una reliquia olvidada.
El futuro: ¿desmoronamiento o transformación?
La historia ha demostrado que ningún imperio es eterno. El colapso de Estados Unidos como
potencia hegemónica es una posibilidad cada vez más tangible. Sin embargo, este declive no
significa automáticamente un mundo más justo. La pregunta clave es qué modelo emergerá de las
cenizas del sistema neoliberal.
El desafío para las naciones y pueblos del mundo será no solo resistir el dominio de una potencia
en crisis, sino también construir alternativas que prioricen el bienestar colectivo por encima de la
avaricia corporativa. Solo así podrá surgir un nuevo orden donde la fuerza no sea el único
recurso para sostener el poder, y donde la confianza no dependa de una ilusión monetaria, sino de
la justicia y la equidad.



