UdeG: bocanada de aire fresco

Juan M. Negrete

Aprovechando la ligereza de las lenguas que bordan en estos avatares, los autores del rumor acabalaron que no sólo lo obligó a adelantar la fecha, sino que también lo abanderilló con la consigna de que su sustituto tenía que ser mujer, por aquello de que es el tiempo de ellas. Por sí o por no, tanto el Chicho Barba, como Gustavo Padilla Montes se bajaron del ring. Nadie vio otra explicación satisfactoria que el contenido de este rumor. El Chicho sonaba muy fuerte para ocupar el puesto; y no se diga menos de Gustavo.

El primero es expresidente de la FEU, lo cual viene siendo una credencial casi invicta para estos litigios. Y Gus, pues, con ser medio hermano del finado Raúl, la traía ya en la bolsa. Pero si la decisión de la nueva mandona en el país apuntó a que debería ser mujer la nueva rectora, aunque fuera mera sugerencia, se tomó como una orden, de esas que no se discuten. El puesto será ocupado por una mujer, como así ocurrió. Esta profecía circuló con insistencia en los corrillos cafeteros y atinó la partida.

Vimos que, en los días previos a la elección, aunque no fuera campaña electoral, se soltaron a volar los libretos que contenían virtudes y atributos de los contendientes. La atención estaba fija sobre todo en las tres mujeres de la pugna: Mara Robles, Leticia Leal y Karla Planter. Una de ellas, Leticia Leal Moya, decidió declinar de última hora, con el garlito de que los electores no se distrajeran frente a las boletas y, por la confusión, diversificaran su voto. Que dizque su presencia ponía en riesgo la opción femenina. Así fue como llegaron a la final entonces sólo Karla y Mara.

Hubo un último rumor, entre los incorregibles de las cafeterías, de que la orden terminante que le dio doña Claudia a Villanueva no se restringió tan sólo a que fuera una mujer la sustituta. Aparte, le hizo saber con todas sus letras que no quería en el nuevo puesto a nada que oliera a padillaje. Para Mara, una polichinela descarada del finado Raúl, su ajonjolí de todos los moles, significó el tiro de gracia. Así que a Karla le quedó pavimentadita y sin baches la senda que le elevaría al trono sexenal de la rectoría de nuestra Alma Mater estatal en Jalisco.

El resultado de la votación nos es bien conocido. Todos los medios le han dado la suficiente profusión. Karla Planter sumó 112 votos. Carlos Iván Moreno Arellano, 33 votos. Mara Robles, 30 votos y José Francisco Muñoz Valle, a la cola, con 19 sufragios nada más. La suma total da los 194 votos. No se informó si hubo abstenciones o nulos. Pero para el caso da lo mismo. El resultado final se presenta como indiscutible y definitivo.

El ruido mediático en torno a este evento se ha concentrado sobre todo en el dato del género de la nueva rectora. Como se trata de una mujer y de la primera que asciende a este puesto, pues ya está escribiendo historia. Es lo que dicen los voceros de escasa narrativa. Pero no nos vamos a pelear por minucias. Lo que hay que ver más bien es el fondo de los acontecimientos. La llegada de Karla Planter a la rectoría de la UdeG ¿significará la ruptura o el alivio al cáncer del padillaje, que mantiene postrada a nuestra máxima casa de estudios desde hace ya varias décadas?

Ahí está lo fino del detalle. Felipe Cobián, director de nuestra revista digital Partidero, señalaba ayer en su columna Partiendo la opción dual por retratar: o arranca la democracia en la UdeG, o será otra vez un voto por unanimidad. No anda tan fuera de foco nuestro dire. Un resultado comicial, como el obtenido, en el que se refleja que la ganadora no tenía realmente contrincante, apunta a que la plancha inercial se mantiene viva y actuante.

Aunque habrá que otorgarle a la próxima rectora, por lo pronto, el beneficio de la duda. Es una mujer brillante que ha destacado por su cuenta en muchos otros foros distintos a nuestra impoluta UdeG. Presenta credenciales de eficiencia calificada y no trae cargando a sus espaldas los muertitos habituales de los participantes en las esgrimas universitarias udegeístas. Hablamos de la corrupción, del alineamiento acrítico a causas partidistas, soterradas o descaradas y más cosas. Un tiempo la tuvimos como colega de trabajo periodístico en nuestro desaparecido Proceso Jalisco. Es lo que revela la foto anexa, donde posa con don Julio Scherer, con Rafael Rodríguez Castañeda, entonces director, y con el autor de estos renglones chuecos. Una sincera felicitación desde este espacio y los deseos de éxito en su nueva encomienda.

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