Agroecología densa y sabrosa 

Por: Veronica Villa

El fin de semana pasado se celebró en El Limón el Tercer festival de semillas y frutas nativas, con dos días de intercambios de semillas, venta de conservas, salsas, guisos, dulces, bebidas, cosméticos naturales, artesanías y herramientas; talleres para preparar compostas, soluciones nutritivas para los suelos y reproducción de microorganismos benéficos. Pláticas sobre los problemas del campo, el agua, la ganadería, la comercialización de la producción local y cuestiones que se pueden proponer a las autoridades para que la agroecología se vuelva verdadera política pública.

El Limón, en el sur de Jalisco, fue declarado el primer municipio agroecológico del país en mayo de 2021. Los habitantes decidieron formalizar la agroecología en sus leyes para asegurar la vida de sus niños y niñas, ante el horror que sufren las familias en El Mentidero, comunidad próxima, donde números abrumadores de adolescentes presentan pesticidas en sangre y orina, y muchos están perdiendo sus riñones.1 En el Limón, el Grullo y Autlán, municipios colindantes, cada vez más gente se organiza para renunciar al uso de agrotóxicos y aprender a restaurar los suelos envenenados por décadas de fertilizantes sintéticos, insecticidas y monocultivos. Tienen la certeza de que nadie puede hacer ese esfuerzo en soledad, mucho menos en el estado que presume de ser “el gigante agroalimentario de México”.

Cuentan los organizadores (el Grupo de Agricultura Orgánica de la Ciénega, el municipio de El Limón y el Colectivo por la Autonomía) que la expectativa por el Tercer festival de semillas y frutas nativas creció de forma imparable las últimas semanas. Cientos de personas de todo el estado confirmaron a último minuto, y las familias limonenses tuvieron que reorganizarse varias veces para recibir a los asistentes en casas y en el área de campamento.

La agroecología en México se ha vuelto un tema caliente. Ante la Organización de Naciones Unidas, México, India y Senegal son ejemplo de agroecología porque son países con una enorme población campesina que sigue produciendo vastas cantidades de alimentos sin destruir los territorios. No es por los programas de los gobiernos, sino pese a ellos.

¿Qué es entonces la agroecología? “Es como un regreso a la vida campesina, a celebrar la milpa, a guardar las mejores semillas, a sembrar limpio, a lo que era la agricultura antes de la Revolución Verde. Como ha habido tanta destrucción, la agroecología también significa volver a aprender y recuperar lo que ya sabíamos”, cuentan los organizadores del festival.

Los magnates de la agricultura quieren definir la agroecología como una serie de recetas tiesas para “sembrar mejor”. Si una corporación utiliza fertilizantes etiquetados como naturales, ya puede considerarse agroecológica, sin importar que las comunidades mejoren sus vidas. Sin importar si el bosque, la cuenca o la montaña siguen siendo devastados. Muchos nuevos empresarios agrícolas se montan en la agroecología y con el puro verbo consiguen prestigio y subsidios. Y hay otros extremos: en Ecuador, un programa para que la palma de aceite se cultive con máquinas, sin que los campesinos participen, se llama “cultivo agroecológico de la palma”, sin que importe que las máquinas dejen una cauda de desempleo, que la palma de aceite esté desplazando comunidades y otras especies y que su producto final se use para freír la comida chatarra.2

Más allá de las definiciones formales y las grillas por financiamientos, cada vez más gente quiere sembrar sin destruir y sin agroquímicos, que además cuestan mucho dinero. Es un movimiento que también surge para asegurar que vivan las generaciones futuras. Que sus riñones no se echen a perder. Que las pandemias no nos agarren llenos de “comorbilidades”. Y para que siempre haya campo, naturaleza y comida.

Quienes ven en la alimentación y la salud un mero negocio, quieren una agroeocología sin historia, sin pueblos y sin lucha por los territorios. Dejarla en recetas. Pero son las comunidades campesinas quienes definen la agroecología verdadera, como en El Limón.

El festival estuvo consagrado a las niñas y los niños. Toda la región está volcada hacia ellos, para que su perspectiva de la vida incluya el campo y para que logren crecer sanos. Se discutió la Reconfiguración agroecológica alimentaria y de salud para prevenir daños renales y neurocognitivos en niñas y niños por la exposición a pesticidas, proyecto que considera crucial la alimentación limpia, producida en huertos familiares y comunitarios, para evitar los daños por los agrotóxicos de la agricultura industrial.3

Niños y niñas guiaron recorridos por las parcelas escolares, jovencitas mostraron cómo reproducir hortalizas con semillas y esquejes, y enseñaron a medir la humedad, la viabilidad de la germinación y pureza de las semillas. Estudiantes de prepa montaron talleres para enseñar a los más jóvenes botánica, taxonomía y herbolaria. Para los chiquititos, premios por reconocer semillas de cultivos y plantas locales.

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