JALISCO, DE QUEMAZONES A SEQUÍAS.
Pedro Vargas Avalos

Por Pedro Vargas Avalos

No solo la pandemia ha sido atroz para los jaliscienses, sino que otros fenómenos nos han flagelado desde hace más de un año. Desde la inseguridad, cuyo botón de muestra puede ser las muchas fosas de restos humanos descubiertas un día si y otro también, hasta las constantes balaceras y crímenes horrendos que muy seguido se registran, todo lo cual sumado hace que los jaliscienses vivamos con el Jesús en la boca.

Pero nuestros padecimientos no solo son los horripilantes hechos antedichos, se le suman a ellos, las sequías y las quemazones de nuestros bosques y montes. Y de las primeras, es decir de las carencias del vital líquido, víctimas directas han sido tanto nuestros terrenos como nuestras gentes. El caso del SIAPA tapatío es simplemente escalofriante, pues cientos de colonias del área metropolitana de Guadalajara se han visto privadas de agua, y es fácil imaginar lo que tal desabasto significa para cientos de miles de paisanos, que, ante esa brutal situación, se ven precisados a realizar verdaderos milagros para resolver tan esencial necesidad. 

El problema del agua en la Perla Tapatía ha sido ancestral. Sin embargo, el descuido de las autoridades ha sido mayor y de casi siempre. Los proyectos forjados para aliviar la sed de la capital de Jalisco han sido múltiples, y casi todos fallidos. A lo sumo dan resultados exiguos, son como parches para curar cáncer.

Lo mas reciente en materia de sequía, fue la noticia expresada por el gobernador Alfaro de que se declararía a Jalisco “en estado de emergencia”, ya que en la Entidad el “68% de su territorio tiene una sequía clasificada como severa, vivimos una situación que no se había vivido, según el reporte del Gobierno Federal, en los últimos 10 años en Jalisco”.  Lastimosamente, el fin de semana pasado se anunció por autoridades de ese orden gubernamental, que aún no se había configurado una situación como para emitir esa declaratoria. Así que se le dijo al “gober”: ¡ Lástima, Margarito!

La situación de los incendios en el Estado es de tal amplitud, que prácticamente no hay región que se escape de esas igniciones. Observando un mapa de la Entidad, se ve que, en la zona sur, desde Ciudad Guzmán hasta Zapotiltic, las quemazones abundan. Y si nos fijamos en Jocotepec, las deflagraciones se dan, generalmente por motivos de labores agrícolas.

En Autlán, el predio El Cantil ardió, el 29 de marzo, por actividades calificadas como ilícitas. Unos días antes se había registrado fuego por iguales causas en el potrero El Chiquihuitillo, de la municipalidad de Poncitlán.

Muy diversos motivos provocan incendios. Como ejemplo citaremos el caso de La Cruz de Romero, en el camino a Talpa, dentro del municipio de Mascota: allí los peregrinos suelen acampar y por descuido, las fogatas que prenden, se extienden y encienden amplios espacios arbolados, tal como sucedió en el mes de febrero.

Nuestro alejado norte jalisciense, allí donde se ubican poblaciones como Mezquitic y Colotlán, en este abril sobrellevó incendios en el Cerro del Águila y en el predio Tesorero, atribuyéndose a paseantes esa combustión. Similar fue el incendio de Rancho Nuevo en Jalostotitlán, durante el mes de marzo.

Podríamos seguir enumerando localidades azotadas por incendios forestales. Desde Degollado o Chapala, hasta San Gabriel, Mazamitla y Cuautitlán de García Barragán, pasando por Atenguillo y Tapalpa, o avistando, Magdalena en la zona Valles o Tepatitlán en Los Altos. Sin embargo, de enorme trascendencia son las llamas que devoran miles de hectáreas en La Primavera, el pulmón que tanto alivia a la zona metropolitana de Guadalajara. 

Aquí la voz popular señala a los voraces fraccionadores, quienes por sí o por medio de enviados de baja estofa, inician las quemazones para enseguida, ya sin vegetación, promover fraccionamientos que les redituarán pingues ganancias, sin importarles el fuerte deterioro ambiental que le ocasionan a la capital jalisciense, así como a los millones de pobladores de su área urbana.

Ante este sombrío panorama, la gente se pregunta: ¿Qué hacen los gobernantes para aliviar las sequías, o evitar las quemazones? Porque a la fecha no se sabe de acciones efectivas para poner un hasta aquí a los ávidos fraccionadores, a los irresponsables paseantes o a los negligentes sembradores que originan incendios en sus labores agrícolas.

Por lo anterior, abundan las voces que señalan a funcionarios como solapadores, socios o cómplices, de los provocadores de esos dañosos fuegos. Y cada año se suceden juntas y cientos de declaraciones, pero en nada se remedia la situación.  En cambio, se erosiona el campo, sufren los jaliscienses, y el medio ambiente se deteriora. En pocas palabras: Jalisco está en llamas. ¿Y el gobierno? Bien, gracias, produciendo discursos y haciendo promesas, de esas con que se empedrarán los senderos que llevan al infierno.

Comments

comments