Sistemas de Salud en Crisis

Pedro Vargas Avalos

La salud es la suprema ley del pueblo, afirmó el benefactor de Guadalajara Fr. Antonio Alcalde. Y a los dichos aparejó los hechos, fortaleciendo los hospitales y ayudando a los enfermos hasta el extremo. La lección tal parece que los políticos no la aprendieron. Ni muchos médicos.

Leemos en un periódico tapatío lo siguiente: “Por la saturación en sector público, alza en consultorios privados”. Interrogada una persona sobre porqué siendo derechohabiente del Seguro Social, acudió al servicio particular, respondió: “El servicio del IMSS siempre está saturado…” y como tiene que trabajar, pues recurre al médico privado. Y con la pandemia del Corona virus, agrega dicha persona, “en el Seguro Social ya no me quisieron atender, me dijeron que por esto del COVID-19 ni los análisis que me iban a hacer…me dijeron que no se podían arriesgar.”(El Informador, 13 agosto 2020.)

Casos como el anterior se suceden a cada instante. Me consta de una joven que habiendo

contraído el coronavirus, en el Seguro le dijeron que ni para que gastar en la prueba, pues era evidente que lo padecía; le extendieron una incapacidad, pero en el centro de trabajo que es de servicios médicos, le advirtieron que debería firmar una carta declarando que el padecimiento no lo había contraído allí. ¡Vaya de sentido humanitario! Con razón muchos de esos dizque seguidores de Hipócrates, confundieron su juramento y lo hicieron de hipócritas.

Pero el asunto no para solo en el IMSS, sino que abarca a todos los sistemas de salud, incluyendo al ISSTE y al Estado. Como ejemplo muy elocuente tenemos el caso del Instituto de Pensiones del Estado, donde tal parece que hasta dan gracias a Esculapio por haber mandado la pandemia, pues con ese motivo cancelaron casi todas las operaciones. Si se pregunta a una enfermera-secretaria de alguna clínica de tal sistema estatal, con lacónicas palabras solo contestan: ¡Están canceladas!.

Y si no se queda uno contento con la respuesta, y les dice que entonces se podría morir un

paciente por no intervenirlo quirúrgicamente, enmiendan lo expresado y dicen: “Bueno, si se trata de cáncer, síncope cardiaco, o algo parecido, si se atiende.” La conclusión es que no debemos enfermar ligeramente, sino de gravísimos males que pongan en peligro la existencia, porque entonces sí hay la esperanza de que se brinde atención adecuada.

Ahora bien, eso es en cuanto a padecimientos, otra historia es el surtir las recetas. Como es constante que la farmacia de IPEJAL carece de medicamentos, -igual que en el IMSS o ISSTE- hay que estar alertas para cuando los surten, porque se terminan en dos por tres. Y si se va con el doctor de urgencias, porque no es horario del médico familiar (horario que se estrecha para surtir lo prescrito) luego se excusa, ya que él solo expide recetas de lo urgente y no de lo de control (creo que así llaman cuando solo se acude por medicinas periódicamente). Claro que cada unidad médica tiene funcionarios para resolver la problemática de la clínica, sin embargo suelen como buenos burócratas no estar prestos para atender pacientes quejosos, y si lo hacen tienen a la mano muchas evasivas para no acceder a lo que se les pide. Puede optarse por acudir con los superiores, pero entonces la cuestión es más dificultosa, pues el mero director casi resulta imposible verlo y sus segundos, seguido están en juntas, llegan tarde y se abruman con el cúmulo de asuntos que deben despachar, por lo que si el paciente carece del aguante de Job, no será posible que se le reciba, aunque sea para escuchar su queja, lo cual en caso de que se haga el milagro, nada garantiza que se le resuelva su solicitud.

Recordamos que a principios de este año, el gobernador dio su palabra que a partir de unos días más, no volverían a faltar los medicamentos. Pero los señores del IPEJAL no tienen modo de cumplir ese ofrecimiento, o de plano no quieren hacerlo, sin importarles que el “gober” quede mal, y mucho menos que los derechohabientes sufran más de la cuenta.

Y por hoy mejor ya no hablemos de los pensionados y la desatención que reciben, lo pésimo de la ley que rige a la institución, las exageradas pensiones VIPs que son impúdicas y exhiben al sistema y a quienes maquinaron para lograrlas, y etc,.etc.

¿Y el derecho constitucional a la salud? ¿Y la promesa presidencial de que tendríamos los

mexicanos servicios médicos como los europeos? ¿Y que en tratándose de medicinas, quedarían en desuso los cuadros básicos para recetar las mejores? Hasta la fecha, los sistemas de salud en crisis y las acciones para resolverla, son pura ilusión.

Por lo anterior, en tratándose de atención en los servicios de salud, tanto en Jalisco como en México, vale la pena recordar los versos del ilustre Calderón de la Barca: “Qué es la vida?/ Una ilusión/…/y el mayor bien es pequeño;/que toda la vida es sueño,/ y los sueños, sueños son.”

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