De la Tizanda…

Néstor Daniel Santos Figueroa.

En la niñez una persona respira y se nutre de su pueblo, y en la juventud busca en él lo necesario para afianzarse, para sentar las bases de lo que será su vida adulta, en la quizá formará una familia pero sobre todo en la que contribuirá de manera plena, política, económica y socialmente. Es natural que muchos no encuentren ahí esas bases, entonces migrarán buscando estudios y trabajo, y eventualmente regresarán y se reintegrarán a la comunidad, de manera plena o intermitente.

Es entonces cuando se tiene el sentido de responsabilidad y compromiso necesarios para contribuir de manera firme con el pueblo. El ímpetu, el deseo de ir en contra de lo establecido, característico de la juventud, si bien es algo necesario para sacudir las cosas y permitir que se generen situaciones benéficas, debe ser encauzado, sin abandonar los ideales, en un proyecto firme que integre lo aprendido en la experiencia, en el trabajo y en la educación.

Lo ideal será que toda persona adulta trabaje para sí, para su familia y para su pueblo. Primero el sustento, luego el patrimonio y finalmente la comunidad. Todo esto con una visión del mundo sustentada en valores firmes, en un sentido de pertenencia, de identidad, y sobre todo, con la claridad para entender de manera amplia y precisa las necesidades que se tienen y la manera de cubrirlas.

En El Grullo siempre existieron personas que de manera desinteresada, o también atendiendo a legítimos intereses, buscaron hacer que su pueblo creciera, que fuera independiente. A partir del 1912, cuando fue declarado municipio, este crecimiento se dio con pasos firmes, decididos. Gobierno, comerciantes, educadores y trabajadores juntos, el pueblo se hizo comunidad, aunque no exenta de dificultades, pero con un objetivo común. Hubo quienes, movidos por esta visión buscaron puestos en la administración y gobierno públicos, a sabiendas de que es en donde podrán aportar más a su comunidad, y en El Grullo existieron presidentes municipales que le dieron todo lo que en su momento su compromiso les exigió.

Ser de El Grullo era (aún lo es) motivo de orgullo. Existe la idea popular, establecida de que en un momento del siglo pasado El Grullo fue el centro del engranaje del valle. Los comercios, las cooperativas, sus escuelas, la gente trabajadora y su vida cultural fueron un ejemplo de logros a nivel mundial.

Quemazón de caña al norte de El Grullo

Y hoy, en el 2017, las personas que trabajaron para lograrlo ven como todo se ha ido por la borda, como se han ido perdiendo todos los motivos para creer que sus esfuerzos valieron la pena. A El Grullo no le queda nada, ni siquiera el privilegio de ver nacer a sus hijos en su propio suelo.

Es año de elecciones, y pensando en el futuro, ¿qué podemos esperar de una persona que encabece el gobierno municipal si su visión se limita a estatutos partidistas y la búsqueda de hacer carrera en la política?

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