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LA INTELECTUALIDAD, EL APAPACHO Y SU COMPROMISO NACIONAL.

Por Pedro Vargas Avalos

                Lo anterior demuestra que no solo la población en general está polarizada, sino también los miembros de la intelectualidad, es decir, el conjunto de las personas que cultivan las artes, las letras, el humanismo y las ciencias; en pocas palabras, el pensamiento y creatividad sin ambages. Estos sujetos aplican gran parte de su tiempo en el estudio de la realidad, las circunstancias imperantes y en la reflexión de todos los problemas que inciden en la sociedad.

                La historia reciente de México demuestra que durante el priiato -la dictadura casi perfecta del PRI- la corrupción cabalgó plácidamente: la frase “el que no transa no avanza”, es típico reflejo del habla y el ser popular mexicano ante el panorama antedicho. En una entrevista que Héctor Aguilar Camín, el intelectual amigo de Salinas de Gortari, concedió a la periodista Monserrat Antúnez, le expresó que, si Xóchitl Gálvez ganaba la elección presidencial, volvería “la oportunidad de devolverle a la comunidad cultural la atención, el cuidado, a veces hasta el apapacho que -les- tenía el Gobierno” (Sin Embargo, 21-V- 2024).

                Nos dice el artista Horacio Franco, que hay dos culturas: la de letras mayúsculas – de boato y presuntuosa- y la de escritura minúscula, laboriosa y pertinaz. Nosotros sabemos que el concurso de los intelectuales permite, en mayor o menor grado, variar la realidad: el pensador siempre analiza y con ello hace que la marcha prosiga, pero en el caso de los de ideas avanzadas, coadyuvan para que se continúe con el cambio, mismo que a final de cuentas llevará a un mejor estado de bienestar social, nivel en el cual se podrá moderar la opulencia y la indigencia, conforme postuló el Gran Morelos.

                En los lustros del llamado lapso de gobiernos neoliberales, los intelectuales de letra grande fueron muy consentidos, o como refirió Héctor Aguilar Camín, “apapachados” por los regímenes de ese período. Uno de sus parciales, escribió: –“por los saberes y conocimientos que poseen- de la facultad para representar, encarnar y articular un mensaje, una cosmovisión, una actitud o una opinión para un público- “, un juicio de las y los intelectuales acredita o desacredita el proceder de los tomadores de decisiones, es decir, de los gobernantes. (Said, Edward W. (1996) Representación del intelectual. México. Debate.).

Así florecieron personajes como Enrique Krauze y Aguilar Camín, evidentes adalides de esa corriente de pensadores, quienes aparte de libros y revistas, se apoderaron de las principales páginas editoriales de la prensa tradicional. A esa oleada se agregaron los presentadores de noticias y comentaristas constantes de dicha prensa, como los López Dóriga, Gómez Leyva, Dresser, Rivapalacio, Zuckerman, etc. Todos pues, disfrutaron de esos “apapachos” gobiernistas, traducidos en pingues beneficios de toda índole: viajes, regalías, apoyos y sumas en metálico, que comúnmente se les conoce como “chayotes”. También se les denominó comentócratas o comentaristas orgánicos, pues desde sus trincheras bien aceitadas oficialmente, se alababa o condenaba, o incluso se disimulaba lo que conviniese a los gobernantes y su establishment, porque las élites económico-sociales, religiosas y especialmente las políticas, sustentaban o fortalecían la “legitimidad” de su predominio, con los comentarios de tales personajes, quienes por lo tanto se transformaron en comentócratas.

Local 17 interior del mercado municipal, más de 40 años de tradición, atendido por su amigo Alfonso Gómez el cortito

                Los estudiosos de letra chica, es decir los que no han sido consentidos, pero que trabajan perseverantes y sin buscar canonjías, con el ánimo inclaudicable de servir a la comunidad más que al gobierno, prosiguieron sus tareas, muchas veces obstruidas por los gobiernos neoliberales y sus parciales, no por el ordinario desdén que suelen recibir sino por burdos taponamientos de toda índole. Al respecto, hemos de advertir que estos pensadores no desdeñan se acojan sus ideas por los políticos -de cualesquier signo- arribados a funcionarios, pero desde luego con preferencia cuando tales individuos investidos 01de mando son de principios avanzados socialmente.

                El panorama anterior prevaleció hasta los comicios federales de 2018, cuando emergió la izquierda lopezobradorista (abanderada por su partido MORENA y sus aliados, Partido del Trabajo -PT- y el verde ecologista -PVEM-) y se alzó con el poder presidencial, así como de las mayorías legislativas. Luego alcanzaría numerosas gubernaturas, que para la actualidad (2025) llegan, de 32 que en total existen en la república, y de solo gobernar cuatro Entidades federativas en 2018,  a 24 tras los comicios de 2024. Esta especie de tsunami político caló profundamente en la intelectualidad orgánica. En concreto la situación se reflejó en el tratamiento otorgado a los comentócratas de tal línea, donde se inscriben como dijimos antes, tanto los intelectuales opositores como los periodistas tradicionales.

                ¿Cuál fue ese cambio? Sencillamente, se suprimieron los “apapachos” en su especie de “chayotes”. Y al ya no haber entregas económicas ni tratos especiales, la inconformidad surgió. Como la actitud del líder del movimiento izquierdista -Andrés Manuel López Obrador, AMLO- fue de revelar quienes integraban la intelectualidad orgánica en su facción de comentócratas: los inmiscuidos, se sulfuraron y arreciaron sus críticas, a veces convertidas en invectivas.

                De esa manera se desenvolvió todo el sexenio 2018-2024, señalándose por los “orgánicos” (en consonancia con las oposiciones) como un pecado lopezobradorista el haber crecido la polarización, cuando indudablemente ambos bandos ponían su grano de arena para acentuar esa división, parcelamiento que siempre ha existido en la nación, desde la lucha por la independencia(realistas, centralistas, conservadores, frente a insurgentes, republicanos federalistas,  liberales)  hasta el presente  que enfrenta  a las derechas contra la cuarta transformación o 4T.

                Es notable advertir la conducta de personajes de la “comentocracia” como Krauze, Camín, Dresser o José Woldenberg, todos adalides de la intelectualidad orgánica. Para ellos, durante la etapa en que brillaron sus ideas (fines del siglo XX y principios del XXI), “los mexicanos conquistamos la democracia”- con la alternancia democrática el año 2000 -, consolidada por competiciones electorales aceptables que dieron juego a la pluralidad. Sin embargo, luego de los comicios del 2018, sus calificaciones modificaron: la democracia está en riesgo, el poder se ha concentrado exageradamente en el primer mandatario cuya administración, asevera Krauze, es “más propia de la presidencia imperial que de una presidencia institucional” y luego del triunfo de la actual presidenta, se atrevió a manifestar en X (antes twitter) que «Después de ser una monarquía, el 4 de octubre de 1824 México se convirtió en una república. Pasaron 200 años. En septiembre de 2024 México dejará de ser una república para convertirse en una monarquía. ¿Lo permitiremos?». (22-ago-2024).

                En el otro frente, que podemos simbolizarlo con el parecer del ameritado maestro Lorenzo Meyer, este precisa: la cuarta transformación -de la que habla López Obrador- es más bien un cambio de régimen que, entre otros fines, conlleva fortificar la independencia de los Poderes, adoptar decisiones con y para el pueblo, separar el poder económico del político, restaurar los principios con que triunfó la revolución, así como combatir a la corrupción y la impunidad. La sucesora, continua esos ideales y propone edificar lo que denomina segundo piso de la 4T, en el cual aparte de lo sostenido por su antecesor, la bandera de que con el pueblo todo, sin el pueblo nada y la defensa de la soberanía a ultranza, son sus contrafuertes.

                Popularmente se dice que “árbol torcido nunca su rama endereza”, pero también se sostiene que un buen arrepentimiento es mejor que un mal casamiento, por lo que nos atenemos a que la esperanza no desfallece jamás, puesto que es el ánimo que nos mantiene en medio de todo trance. En consecuencia, los intelectuales, que tienen el deber de con su sabiduría, servir a la nación, a la democracia y a la ley, deben encontrar la forma de cumplir tan alto objetivo.

 Ojalá los dos bandos que en nuestro medio constantemente contienden, rediman sus deslices y opten por mejor dialogar y conforme la razón, sumen sus talentos para engrandecer al pueblo mexicano: ese es su compromiso nacional.

En torno a nuestra necrofilia

Juan M. Negrete

En este sentido, guardamos una actitud similar a la que describe Jorge Manrique en las coplas a la muerte de su padre: Allegados son iguales, los que viven por sus manos y los ricos. Se supone que Manrique se refiere a cuando llegamos a los parajes de la muerte, que nos empareja a todos. No nos aplica en cambio el retorno a lo disparejo de lo social que pinta Machado y que canta Serrat, al término de la fiesta, que es la que nos iguala: Vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a su misa. Son dos visiones encontradas y nuestras.

La diferencia de la perspectiva es palmaria. Según Manrique, la que nos empareja a todos, sin distinción, es la muerte. Según Machado, es la fiesta. Como en las fiestas hay consumo de alcohol y de alucinantes, también se nos viene el igualamiento generalizado. La diferencia no va en el sentido de dejar de percibir la dureza de los renglones de la realidad, en donde se dan los distingos y las diferencias entre nosotros. Clases, castas, razas, sexos. La diferencia se establece tan sólo en que el empareje de las fiestas es temporal, mientras que el que nos porporciona la muerte es para siempre. Y todos contentos.

Pues bien, cuando se dice que los mexicanos guardamos una empatía generalizada por el fenómeno de la muerte, es porque le damos entrada o la tenemos presente en cada uno de nuestros recovecos de la praxis, pues la sabemos ineluctable. Si sabemos que todos nos vamos a morir, ¿para qué tanto brinco, estando el suelo tan parejo? Por ahí es por donde habría que captar la sorpresa admirativa de los extranjeros para con nuestros tópicos vitales. Quizás no sea una visión generalizada ésta, pero es una de las posturas con las que habría que juzgarnos.

Mas de pronto se nos han aparecido descubrimientos de sacrificios humanos, que ahora nos sorprenden y han venido a sacudir la conciencia colectiva. Esta conducta no parece estar consagrada en la idiosincracia nativa, la que damos por mexicana sin más. Más bien tiene visos de venirnos al encuentro, para enjuiciar, desde otras latitudes, desde otras sociedades, en donde a la calaca no se le recibe con risas y carcajadas, sino con solemnidades que casi nos son ajenas.

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Este es un punto que deberíamos revisar en serio y a fondo. Porque el acontecer de calamidadades en las que se pierde la vida de muchos, sin que a los que quedan vivos parezca importarles un bledo, es un fenómeno social que no nos extraña. Se cita mucho en nuestros recuerdos pasados más o menos recientes, a la masacre en la noche de Tlaltelolco, ocurrida el dos de octubre de 1968. Pero la verdad es que veinte años atrás de tan infamante crimen colectivo se puede ennumerar hasta una decena de crímenes similares, alevosos e impunes. Y esto sin darle seguimiento más hacia atrás, que está lleno de ejemplos de esta laya.

La dureza de tales represiones generó una conciencia y una actitud que buscó ponerle un tope a tales arbitrariedades. Fue la chispa que hizo estallar el barril de pólvora de nuestra conocida guerra sucia, con el levantamiento de un buen número de grupos guerrilleros, dispuestos a lavar tantas afrentas. Pero los responsables de seguridad del régimen, que eran los señalados como autores, desataron una represión indiscriminada y apagaron estos levantamientos a sangre y fuego. Lo sabemos de sobra y no hay necesidad de proporcionar más datos.

Después del 68, ha seguido habiendo masacres colectivas. Es nuestro pueblo el que pone los catafalcos, como siempre. Podemos decir que hasta la llegada del siglo XXI, el criminal alevoso estuvo siempre arropado o era integrante de las fuerzas de la autoridad consagrada. El autor era siempre el gobierno. No tenía sentido buscar el distingo entre autor material e intelectual. A los dos les cubría el manto de la impunidad de las fuerzas estatales.

Pero ya en lo que va del nuevo siglo constatamos que las masacres continúan, que la estadística de los homicidios dolosos ha seguido a la alza en todos estos años. Y no sólo eso, se le ha incorporado una modalidad que no nos era común: la desaparición forzada, de la que concluimos aún sin pruebas un destino final fatal de las víctimas. Es lo que ha venido a descomponernos el cuadro a todos.

La diferencia que encontramos en estos cuadros letales viene a ser el hecho duro de que ahora los agentes de las desapariciones y las masacres ya no pertenecen necesaria o formalmente a las filas de la autoridad. Ahora actúan en estos escenarios grupos letales a los que se les designa como crimen organizado, como la maña, como la plaza y otras denominaciones corrientes.

Pero nos vinieron a resultar peores que los anteriores grupos alevosos e impunes, que operaban desde el gobierno. Ahora éstos nuevos criminales resultan desconocidos o irreconocibles para la gran masa poblacional. Tal vez será por eso que ya el encuentro con la calaca nos empieza a ser poco festivo. No tenemos mucho para celebrar o para aceptar su ineluctabilidad, si nos llega de parajes inesperados y rompe con toda la hilada histriónica personal, que nos había resultado tan natural hasta hace poco. Estados mudan costumbres, decían los viejos. Y para allá apunta.

MARZO, MES DE JUÁREZ: INCOHERENTE OMISIÓN JALISCIENSE.

Por Pedro Vargas Avalos

                La vida y obra de Juárez realmente es singular. Desde su origen (zapoteco) y su tardío aprendizaje del idioma español -a los 13 años- conjuntado a una pobreza extrema, hasta lograr ser abogado, gobernador de su Estado natal y primer magistrado de nuestra patria, lo agigantan. Él logró la separación del Estado y la iglesia, modernizando nuestras instituciones. Su frase de “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, es proverbial y elogiada mundialmente.

                Para los jaliscienses la presencia y recuerdo del prohombre, es extraordinaria. Por ello presenciamos estupefactos, una conducta incompresible, tanto de nuestros políticos como de muchísimos funcionarios de todos los órdenes gubernamentales en la Entidad, con motivo de haberse rememorado el 219 aniversario del natalicio de tan esclarecido compatriota. No supimos de eventos locales, aunque fueran sencillos, en homenaje al gran Juárez: consultamos periódicos y el internet, no encontrando nada al respecto. Lo máximo fue unas ceremonias de hace seis y más años, encabezadas por el alcalde de Tonalá. Eso es una incoherente, triste e ingrata actitud de los políticos y funcionarios de estos lares, salvo honrosísimas excepciones.

En cambio, fue notable y de evidente significación como celebró el aniversario, la presidenta de México: se trasladó a la cuna del Benemérito, en Guelatao, Oaxaca, y allí, ante su gabinete y el ejecutivo estatal, precisó: «Hoy más que nunca, Juárez está en el corazón de las mexicanas y mexicanos cuando decimos que somos un país libre, independiente y soberano».

La relación de los tapatíos con Juárez es amplia; una frase del prócer nos enaltece al máximo: “Jalisco es tierra consagrada por el valor y la libertad”, escribió el 17 de marzo de 1858, estando en nuestra Perla Tapatía. Al respecto, recordemos que tres meses antes había estallado el Plan de Tacubaya en la capital federal, y en esos azarosos días el caudillo -Ignacio Comonfort, titular del poder ejecutivo y el Lic. Benito Juárez, como presidente de la Corte, quienes habían asumido sus respectivos cargos el uno de diciembre – flaqueó; encarceló al señor Juárez y se sumó a los infidentes. Esa confusa situación, llevó a que el gobernante vacilante se arrepintiese, liberó al señor Juárez -quien el día 12 salió rumbo al Bajío- y tras renunciar a su mandato constitucional el 21 de enero, partió fuera del territorio, con lo cual emergió la sobria personalidad del entonces en los hechos vicepresidente de la república (por presidir la Suprema Corte de Justicia, era el sustituto nato presidencial) conforme la Constitución liberal de 1857. De esa manera asumió la primera magistratura de la nación a partir de esa fecha, hallándose en Guanajuato, pues los conservadores estaban apoderados de la capital. Así se inició la Guerra de Reforma, gesta en la cual Jalisco respaldó al constitucionalismo, es decir secundó a D. Benito Juárez.

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El flamante jerarca decidió establecer su gobierno en Guadalajara, saliendo por la noche del 12 de febrero y pasando por Lagos de Moreno el 13. Arribó a San Pedro Tlaquepaque el 14, donde fue acogido jubilosamente; enseguida se trasladó a la Sultana de Occidente y allí el arandense, gobernador de Jalisco, Lic. Jesús Camarena, lo recibió y le entregó el Palacio de Gobierno para que estableciera el señor Juárez su administración; también ordenó que el Instituto de Ciencias (actual biblioteca Iberoamericana) se arreglase para aposentar al Congreso de la Unión. Guadalajara se transformaba en capital de la república y sede de los poderes federales. Muchos jóvenes jaliscienses se aprestaron para formar guardias que custodiaran al presidente; destacan entre ellos Pedro Ogazón, Isaac Banda y Urbano Gómez.

Lastimosamente, al saberse la derrota del ejército constitucionalista en Salamanca (consumada el 10 de marzo) la mañana del sábado 13 de marzo, la traición apareció, y el teniente Antonio Landa la encabezó: la guardia entrante de Palacio traicionó al gobierno legítimo y se posesionó del edificio. Poco después estallaron las armas alrededor del gallardo inmueble y el fuego se prolongó hasta la alborada del domingo 14, con furiosos forcejeos entre pronunciados y la Guardia Nacional, cuerpo custodio del presidente y ministros; los nacionales buscaban denodadamente libertar a tan prominentes funcionarios y abatir a los rebeldes que alevemente se habían apoderado de ellos. El historiador tlaquepaquense, Manuel Cambre y el Lic. Norberto Castro, que estaba presente, relatan ese álgido momento: los seguidores de Landa, creyéndose perdidos y rodeados de los criminales que habían soltado, agitados por el capitán Andrés Peraza, dispusieron fusilar a los rehenes; cierto oficial (Filomeno Bravo, que años después gobernó Colima) al mando de una veintena de soldados, entró al salón donde estaban el presidente y miembros de su gabinete, y exclamó <Firmes: armas al hombro, presenten, preparen, apunten…> . En ese momento, Juárez de pie, bajo el dintel de una puerta, sin manifestar temor delante de la tropa que … preparaba  sus fusiles y le apuntaban (vio como) Guillermo Prieto, que en lo más serio del peligro se había colocado a su lado…, hablaba al oficial y a los soldados con elocuencia avasalladora, intimándoles la enormidad del atentado que iban a cometer, y que no podían consumar  unos valientes como ellos. Las palabras exactas fueron: “¿Qué vais a hacer con nosotros? Los soldados del ejército son valientes; pero no asesinos… Somos vuestros prisioneros… somos vuestros hermanos…; respetad nuestras vidas… la humanidad lo reclama… Levantad esas armas… levantad esas armas…”. Prieto al hablar, cubría al presidente con su cuerpo. Bien escribió el cronista Cambre sobe Juárez y su proceder en aquellos hechos: confirmó ante la Historia y ante la República que era digno de llevar el estandarte redentor de la Reforma.

Negociada la liberación de los ilustres republicanos, que implicó el retiro de Landa y sus efectivos, el mismo Juárez publicó el 16 de marzo, lo relativo a lo sucedido entre el 13 y 15 de marzo: “Este incidente que ha dado a conocer el entusiasmo y denodado espíritu del pueblo de Guadalajara, ha avivado nuestra fe, viendo la espontaneidad con que ha ocurrido la parte de la población más distinguida por sus luces y patriotismo a sostener la causa de la Libertad y del orden en la Ley. Es por lo mismo nuestro primer sentimiento y será también nuestro primer desahogo, dar cordiales gracias a tan benemérita población”.

Temprano el sábado 20 de marzo salió el estoico defensor de la legitimidad con rumbo de Santa Anna Acatlán, en cuyo honor ahora se denomina “de Juárez”; allí recibió otra embestida del reaccionario Landa, pero la oportuna participación del cura Francisco M. Vargas (originario de Ahualulco de Mercado) lo sacó avante. Este jalisciense, junto a muchos paisanos (Miguel Cruz Ahedo, Antonio Molina, Silverio Núñez, Miguel Contreras Medellín, Benito Gómez Farias, etc.)  que lucharon bravíamente en Guadalajara para salvaguardar al presidente Juárez, son gloria y renombre del Estado y la nación. Así lo afirmó el gran literato -Agustín Yáñez-quien gobernó Jalisco: “La grandeza de Juárez culmina en Guadalajara, cuando como una roca de granito se yergue indomable ante los fusiles de la traición”. El 21, día de cumpleaños del presidente, estuvo en la hacienda de Estipac (hoy de Villa Corona) y por la tardenoche en Atemajac de las Tablas (hoy de Brizuela) donde pernoctó y al día siguiente temprano salió rumbo a Sayula, donde arribó por la tarde y fue muy bien recibido. Al día siguiente 23, pasó a Zapotlán el Grande, hoy Ciudad Guzmán, donde el pueblo lo recibió alegre. Salió el 24 para atravesar las barrancas de Atenquique, durmiendo en el mesón de la de Beltrán. Finalmente, el 25 estuvo en Tonila y el mismo día pasó a Colima, donde lo recibió el gobernador Ricardo Palacio, quien era tapatío. Así culminó la etapa de Juárez en Jalisco, bastión de la Reforma y el patriotismo.

El héroe de bronce, que simboliza al pueblo mexicano, prosiguió indomable su lucha por la nación, y venció a los traidores, así como a los invasores que trajeron. Debido a tan singulares cualidades el 2 de mayo de 1865, el Congreso de Colombia, en nombre del pueblo que representa, en vista de la abnegación y de la incontrastable perseverancia que el Sr. Benito Juárez, en calidad de Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, despliega en la defensa de la independencia y libertad de su Patria, “declara que dicho ciudadano ha merecido bien de la América…”. Cuando se le comunicó tan fausta noticia, afloró la modestia del impresionante repúblico mexicano al manifestar al mandatario colombiano: “Esta honra que el Congreso se ha dignado hacerme la recibo con tanta mayor gratitud, cuanto más creo no merecerla.” (Carta de B. Juárez al presidente de Colombia Manuel Murillo, 9-IX-1865). Se sumó a ese homenaje, el pueblo dominicano cuando el 11 de mayo de 1867, veintiún años antes de que sostuviera relaciones diplomáticas con México, pero admirando la trayectoria patriótica del estadista mexicano, el Congreso de la República Dominicana proclamó a Benito Juárez «Benemérito de la América». De allí que cuando se menciona ese galardón, suele decirse en plural: Benemérito de Las Américas.

                Un año después de ese lauro, el Congreso de Jalisco, con fecha 14 de mayo de 1868 decretó: “Se declara benemérito del Estado en grado heroico, al C. Benito Juárez”. El gobernador Antonio Gómez Cuervo, sancionó ese mandato dos días después. Tras del fallecimiento (18 de julio de 1872) del Benemérito, en 24 de julio de 1872, el ejecutivo local Lic. Ignacio L. Vallarta, de acuerdo con el C. Gral. Ramón Corona, jefe de la 4a. División Militar, dispusieron que los días 25, 26, 27 y 28 del mes, se hiciesen las pompas fúnebres del C. Benito Juárez, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y Benemérito en grado heroico del Estado de Jalisco. En mayo de 1874 se inauguró el recinto del Congreso en Palacio, y con tal motivo se acordó que los nombres de los Beneméritos del Estado, entre ellos Benito Juárez, fuesen inscritos con letras de oro en el nuevo salón de sesiones, que hoy es un sitio museográfico; el nombre de todos modos luce en la nueva sede legislativa.  Esa inscripción áurea, ya se había ordenado figurara en el salón de sesiones del Congreso de la Unión en la ciudad de México el año anterior.

 Las autoridades y el pueblo jalisciense siempre han mostrado su admiración a Juárez. El 7 de octubre de 1905 se determinó que era día de fiesta en el Estado el 21 de marzo de 1906, primer centenario del natalicio del Benemérito. Tres meses después se aprobó aportar $5,000.00 pesos para erigir el monumento del grandioso oaxaqueño en la ciudad de México. En marzo de 1911 el pueblo de Valle de Mazamitla, perteneciente al antiguo 9o. Cantón del Estado, aprobó que en lo sucesivo se llamaría Valle de Juárez, en memoria del eminente patricio Benito Juárez. Un siglo después se le rindió similar homenaje pues el 30 de diciembre de 2005, se declaró que el 2006 sería denominado “Año del Bicentenario del Natalicio de Benito Juárez”.

Por todo lo anterior extrañamos como transcurrió relegada la efeméride del 14 de marzo en Palacio de Gobierno estatal y los ayuntamientos -no todos- y oficinas públicas, a la par del natalicio 219 de nuestro admirable Benemérito de Jalisco, de México y de las Américas. Los responsables de tan lamentable omisión en su conciencia cargarán tal desatino, porque los jaliscienses profesamos el apego a la libertad, al progreso, la unión y la democracia, en congruencia con nuestra presidenta, quien señaló tajante durante esta conmemoración: Juárez convocó a su pueblo a no permitir que un extranjero gobernara México y, finalmente, hizo triunfar la segunda independencia…; él encarnó la dignidad de la República y la dignidad del pueblo de México.

Caso Teuchitlán: morbosidad desatada

Juan M. Negrete

Vamos a decir que la promesa se cumplió. Compareció el fiscal y nos recetó a nivel nacional lo que llaman los abogados un status quaestionis, un estado de la cuestión. Nada más. Nos contextualizó el caso con lo que tiene disponible la fiscalía a la mesa y nos dejó abriendo la boca. Nos hizo saber que el caso había estado en manos de sus colegas de la fiscalía del estado de Jalisco, aunque también aludió a las fiscalías de los estados circunvecinos, como Nayarit y Guanajuato.

Soltó que los expedientes no están bien completados, como corresponde, y paremos de contar. Siguiéndose de largo, invitó a los medios y a colectivos de buscadores a hacerse presentes para el día siguiente en la finca del ahora famoso Rancho Izaguirre. A lo que se vio, muchos interesados le tomaron la palabra y se hicieron presentes. Pero ahí volvimos a las andadas. No acudieron ni fiscales estatales, menos el nacional. Se abrieron las puertas del predio, que lució con instalaciones abandonadas, sin puertas, sin techo y un páramo entre escarbado y batuqueado, del que no se saca información que valga.

Algunos de los asistentes calificaron la ausencia de las autoridades como una burla. Es lo menos que se pueda decir. De lo visualizado no se obtiene ninguna pista o información sólida que conduzca a develar el misterio de tantas vidas suspendidas de nacionales nuestros. La incertidumbre en torno a los desaparecidos sigue viva, si no es que hasta se aumente la amargura de los seres queridos que les buscan, cuando se les abaten con estas crudezas los hitos de esperanza despertados.

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El comportamiento de las autoridades en este punto puede calificarse de irresponsable, porque lo es. Tan es así que nuevamente la presidenta Claudia ofrece que la fiscalía general presentará la próxima semana una información o un adelanto objetivo de lo que ya vayan investigando. Como que encierra la promesa de que habrá nuevos datos. Pero si ya se abanicó con la primera oportunidad, ¿quién puede asegurar que en el segundo intento no se repita la dosis de incumplimiento?

Es un tema álgido. Nadie discute su gravedad. Tirios y troyanos estamos en ascuas por encontrarle los hilos que nos lleven a pistas seguras. Estamos urgidos tanto de encontrar la pista del paradero de tanto ciudadano perdido, como de que ya pare este formato de sevicia que ya rebasó los límites de nuestra tolerancia. Es pues asunto de urgencia nacional y urge marcarle un alto.

En los entretelones comunicativos, muchos medios le agregan buenas dosis de volatilidad. Muchos de los reporteros se refieren, por ejemplo, al espacio del tal rancho Izaguirre, como un campo de adiestramiento y de exterminio. A la primera calificación se le puede dar curso sin que se derive complicación inherente alguna. Que fuera campo de tiro; que hubiera espacios para ejercicios y otras disciplinas violentas; valga la suposición. Pero ¿campo de exterminio? ¿hornos crematorios? ¿una réplica de un Auschwitz mexicano, como ya lo dio por hecho un funcionario gringo que no amerita ni ser mentado? Esto ya cae en excesos no sólo de imaginación, sino también de morbosidad compulsiva.

Por fuerza se tienen que empezar a manejar datos concretos y precisos de esta descomposición social, que nos ha desbordado. Las cifras que se manejaron en el sexenio de Peña Nieto sobre víctimas de desaparición forzada rebasaban apenas el número de veinticinco mil. Ahora, diez años después, se remontan cantidades que superan el centenar de millares. No se habla de las víctimas fatales, homicidios dolosos, cuya incidencia debería de darnos en cara de una vez por todas. Aquí se habla de las desapariciones forzadas, de la ausencia de congéneres de quienes ignoramos si viven o mueren.

La posibilidad de que su destino final esté vinculado a la lista de los decesos viene a ser la primera variable que nos viene al rostro. Mas lo duro de estos hechos viene aunada a la impiedad de los autores responsables de estas desapariciones. De por sí es doloroso enfrentar el dato del deceso de un ser querido. Pero agregarle el sadismo de la no confirmación o de la incertidumbre sobre el destino final, si es que se llegó a este extremo, de estos seres amados; simplemente no tiene madre. Es por donde vemos que transcurren todos estos cuadros de terror colectivo, al que nos enfrentamos todos los días.

Años atrás, cuando las desapariciones o las masacres que sufría nuesra población nos venían de la canilla del poder establecido, le colgábamos la responsabilidad a un gobierno fúrico. Nos decíamos que había que ajustarles las cuentas a sus excesos autoritarios, que rayaban en la criminalidad misma. Pero lo que estamos viviendo ahora es un capítulo que nos había sido desconocido hasta aquí. Sean grupos paramilitares, sean grupos clandestinos, sean los propios jinetes del apocalipsis los que ya nos hayan caído por sorpresa; el hecho es que nos incrustaron estas fuerzas desconocidas al torbellino de la muerte y no vemos la fórmula de cómo ponerle freno a tanta desgracia.

No tiene sentido buscar más la génesis a esta crueldad que nos aqueja. Si Calderón, con gran irresponsabilidad, pateó el avispero; si Obrador dejó manos libres a los criminales con su política de abrazos, no balazos; si fue el sereno; estamos obligados a frenar ya este carro de la muerte.