Al Arroyo El Salatillo
Por: Leonel Michel Velasco
Desde el viernes por la noche inicio una intermitente lluvia continuando todo el sábado, a la hora de la comida mi niña Victoria, nos mostró su cámara dentro de una bolsa plástica trasparente con doble cierre, diciéndome –mira pa, por si sigue lloviendo mañana que iremos al Saltillo–, su madre y yo solo nos volteamos a ver levantando el entrecejo como diciéndonos ps ya que y, luego pregunto –¿como son los parajes?– contestándole, es un asentamiento humano, donde viven distantes entre ellos, generalmente son espacios dedicado al esparcimiento, aunque ya parece una colonia de “grullenses”, “ejutlences” y uno que otro “tuleño”; resulta muy atractivo para los que vivimos en El Grullo, situados a 800 m. sobre el nivel del mar, con un clima caluroso medio húmedo, al subir 800 metros más, ya en Los Parajes, de inmediato se percibe el fresco cambio del clima, y esto, a menos de 13 minutos en auto; continuaron las preguntas –¿y ya conoces El Salatillo?– si, aunque tengo tiempo que no lo visito, de antaño este arroyo era muy concurrido por familias, debido a su fácil acceso y el poco peligro que representa en el caso de una creciente, uno puede fácilmente apartarse del caudal y abandonar tranquilamente el lugar; en una ocasión situado a pocos metros vereda arriba, me toco escuchar su rugir, y observar sin riesgo el paulatino aumento del caudal con arrastre de tierra, piedras, troncos, varios animales inertes flotando, y otros luchando por su vida. –¡Ooo pobrecitos,!– Exclamo Victoria y agrego, – serían buenas fotos. Mira le dije este arroyo tiene dos bajitas cuatas cascadas, muy similares, seguidas una de la otra, lucen hermosas, merecedoras de ser admiradas en un calendario; con mirada desafiante me volteo a ver y me mostró su cámara. Bueno con este aguanoso temporal, no nos queda mas que prepararnos para mañana domingo, esperemos mejore un poco el clima; seguidamente Victoria, se fue a su cuarto para informar e invitar a sus amigis, como ella les dice; mmm dado el clima y la pandemia dudo que alguien nos acompañe.
Con entusiasmo compartido decidimos irnos en el viejo chrysler por su amplia cajuela; rumbo al arroyo El Salatillo, con esparcidos chipis chipis de silenciosa y leve lluvia, que en momentos se combinaba con gruesa neblina; llegamos bien ajuareados con paraguas, impermeables y unas carnitas en salsa al tiempo, al estilo Grullo pues, además de unos saludables tacos dorados de requesón combinado con cebolla acitronada y chile morrón; nada para calentar, dado el tiempo y la dificultad de encender fogata o enrojecer el carbón. Al cruzar el puente del mismo nombre encontramos el arroyo caudaloso, rebosante, pero sin manera de llegar a las cascadas. No sé si las crecientes modificaron su morfología o su cambio fue con el deliberado propósito de alejar a los ociosos, contaminadores humanos.
Al estacionarnos en una explanada, al parecer acondicionada ex profeso; antes de bajar las cosas, en lo que me quitaba el pantalón para quedarme en short, listo para el baño, extrañado me cuestioné el que fuéramos los únicos en el silencioso lugar. Me dirigí a la vereda que baja al arroyo, encontrándola con la vegetación arriba de mi cintura; pareciera virgen (no transitada); intrigado y el querer ver las cascadas avancé, pidiéndoles que me esperaran un poco, que exploraría el camino.
En el trayecto me encontré con harta basura no degradable que fui recogiendo en una de tantas bolsas plásticas y de pronto, osamenta vacuna, así como si la hubieran sembrado por la angosta, encharcada y enzacatada vereda; ¡Ho..! Mmmm, me pregunté –¿será algún mensaje?– continue reflexionando osamenta vacuna, muy ahora que se han puesto de moda dada la “hostigante” pandemia, que nos enfrenta con la muerte y, unos pasos más, así, de golpe, un nauseabundo y asfixiante olor, al lado de la vereda un par de vacas en estado putrefacto. Me paralicé por segundos, tiempo suficiente para recibir más de diez piquetes de zancudos o algún otro bicho, queriendo defenderme tire la basura que había recogido e instintivamente contuve la respiración y di media vuelta apresurando el paso, con la fotografía mental de un hervidero de gusanos en festín, transformando la materia muerta de las reses.
Rápidamente retorné a la explanada del estacionamiento, de inmediato mi señora noto mi molestia preguntando –¿qué paso?– a lo que les respondí que nos iríamos a otro lugar, que el arroyo se había comido parte de la vereda y que no era posible el acceso, omitiendo lo demás. –¿Y las fotos? – preguntó Victoria. La tomé de la mano la conduje unos cuantos pasos por el camino de terracería que lleva a un rancho cerca del puente el salatillo; ya sobre el arroyo, aguas abajo miramos sus cascadas, desde un dificultoso punto de equilibrio, entre piedras que, para luego, Victoria disparó su cámara digital, capturando el espíritu de dos bajitas cascadas, una tras la otra.
Sin poder disfrutar el momento ya que aún estaba conectado reflexionando la experiencia anterior ¡Ho..! Mmmm ¡Vaya! Qué lástima. Otra opción familiar natural que se cierra al deleite generacional; así como el contaminado Río Ayuquila. Bien recuerdo ver flotando en sus aguas blanquecinas siluetas de peses envenenados, que al ser comidos por otros animales, corrían la misma surte y, el reporte de afecciones cutáneas de todo tipo de los bañistas. Cuando en ves del puente, solo era un vado para cruzar el río, rumbo al Ingenio M. O. y Autlán, un amigo escribió sobre una piedra que sobresalía en medio de sus agua “Aquí agoniza el rio ayuquila. Culpables: Autlán, El Grullo, Ingenio” Mmm tristes noticias que ya son historia; así como el recién envenenamiento de dos comunidades cercanas, 53 niños de 13 a 15 años de edad en El Mentidero y la población de Ahucapán, dado el uso de plaguicidas, herbicidas que, en más de quince países han prohibidos su aplicación agrícola. Y no hay problema que sigan echando cuetes al canal de riego para pescar… así es cuando no importa el bien común, cuando sólo cuenta mi eco-suicida beneficio; continué divagando y se me vino la idea de escribir mensajes “concientizadores” sobre la osamenta vacuna, tales como: No olvides tu basura, favor de no dejar huella, ni marcar territorio. Estas maravillas naturales la esperan futuras generaciones.
Todo picoteado, con comezones de esas que mientras más les rascas más perduran, ofuscado con malos recuerdos, frustrado, triste y con repugnancia visceral, abandonamos el lugar.
Arroyo La Compuerta
El Plan B, resultó ser de buen agrado, llegar a la hermosa orilla de Ejutla. Dándonos la bienvenida con calles de piedra laja propias del lugar, giramos a la izquierda para dirigirnos al perenne arroyo La Compuerta, al que pensaba visitar en temporada de secas ya que es alimentado por un caudaloso nacimiento del cual la población obtiene su agua potable, el sobrante conforma el arroyo que, desde luego en temporal, aumenta considerablemente su caudal. Un lugar acondicionado con ciertas comodidades: estacionamiento, baños y vestidores comunales, lavado de manos, gradas para sentarse, rústicos asadores compartiendo diferentes olores; un lugar muy familiar. Uno de sus principales atractivos son sus peces, que se alimentan de materia muerta del cuerpo humano, excelentes depiladores y relajantes, mi niña no aguanto el consquilleo; en el Japón cuesta miles de dólares, dar de comer a los peces. Sin duda este arroyo hace honor a Ejutla, nombre españolizado (nacimiento de Alquizar, donde brota el agua) y, el arroyo atraviesa por la mitad al mágico poblado.
Muy contentos abandonamos el lugar donde tuvimos la surte de que mejorara el clima; un espacio cómodo y de convivencia familiar un ejemplo de lo que pudiera hacerse con otros balnearios naturales. Victoria, estrenando su cámara y nuevas amistades tomó muchas fotos.
Resultando el dicho aquel que dice: “un clavo saca otro clavo”. Dejando atrás el mal sabor de boca que me dejara el arroyo El Zalatillo, experiencia que me provocó la intención de luchar por conservar el goce y disfrute de los ríos, arroyos y manantiales que en nuestras comunidades son una tradición, por lo que se debe constituir por derecho humano, parte de nuestro patrimonio cultural; pugnar para que nuestros políticos reglamenten leyes, para hacer operativo institucionalmente este derecho y garantizarlo en todo el territorio nacional. Ojalá fuera una iniciativa que de aquí surgiera reafirmando a El Grullo, como un Municipio ecológico, pionero en: la separación de desechos, naturismo, cooperativismo y con una alegre vocación musical.