Qurido Hijo (a)

Gilberto Uribe Gaytán

En esta época decembrina vienen a la mente los recuerdos de los seres queridos, que contra su voluntad y la nuestra, con tristeza tuvimos que decirles adiós. Querido padre, Tú estás incluido en esta lista, en estas fechas que estoy invadido de melancolía, pero al mismo tiempo ansioso por disfrutar tu presencia, mediante la fuerza de tu espíritu que sigue influyendo en mí y para bien en trazo del último tramo de esta vida de logros y rectificaciones.

En aquellas charlas de mi infancia contigo, mientras trabajabas con plausible paciencia las maderas finas, que eran la materia prima, para tus trabajos finamente terminados, siempre aprovechabas para dar orientación y consejo y me decías con la sabiduría que te inspiraba el amor de padre: hijo cuando enviudé, creí que tú el más chico de mis vástagos, no vivirás muchos años, pues fuiste enfermizo y Yo sólo, sin tu madre me sentía desamparado y mermado para traer sustento y estar el pendiente de ti que requerías de muchos cuidados, finalmente sobreviven, gracias a Dios, sí a este todopoderoso le dabas el mérito total, al fin siempre fuiste hombre de fe. Decías con el corazón en tus labios, tú que eres débil de cuerpo, pero fuerte de mente, busca que funcione esta y no vayas a trabajar como “burro”.

Mis hermanos crecieron, y sin las armas de la preparación que da el estudio, tuvieron que partir al «Norte» lejos de tu cariño y de tu guía y también de nuestro querido pueblo y sus amigos. Aceptaste con tristeza y resignación su ida en búsqueda de su destino y de campos de desarrollo ocupacional, nos quedamos Tú y Yo, que por nuestra cercanía fui el mayor receptor de tu calor de padre y beneficiario de tus bendiciones, siempre en tu mente los ausentes, sabias la hora exacta del paso del cartero y raudo salías a cerciorarte, si el pitido distintivo de este mensajero, te iba a dejar carta de algunos de tus hijos que físicamente estaban tan alejados, cuando esto así sucedía la guardabas, para pedirme te la leyera, después de la comida, pues estas palabras escritas en tinta significaban un postre espiritual que querías escuchar a través de la voz de tu hijo menor, pues tu que no sabías leer, sabías escuchar y también dictar, ya que terminabas urgido por dar respuesta y me hacías traer el block de hojas para carta y tu sobre aéreo, para que tu mensaje llegara pronto a tu ser querido , siempre iniciamos con tan inolvidable frase:

QUERIDO HIJO (A)…

Incomprensiblemente, tu ausencia nos llena de tu presencia y aunque parezca ilógico, tus recuerdos nos hace reunirnos con más frecuencia a tus hijos, sigues siendo el elemento catalizador de la hermandad, tu fuerza del recuerdo sigue siendo el agua que fragua la barrera contra rencores, envidias y demás sentimientos que envenenan la sangre. Eres de esa estirpe de seres humanos, que se van para quedarse.