JALISCO  Y LA REVOLUCIÓN: ¿SUEÑO O ILUSIÓN?

Por Pedro Vargas Avalos.

El mes de noviembre fue antaño el mes de los festejos cuyo eje era la revolución mexicana de 1910 y su segundo capítulo de 1913, culminando con la Constitución de 1917. Pero al paso de los años, la euforia por esa efeméride fue disminuyendo, hasta llegar a nuestra época en la cual viene a ser una especie de recuerdo, solo bien vista porque es día inhábil y todo mundo lo usa para descansar.

De las Entidades Federativas  que integran nuestra República,  Chihuahua, Coahuila y Sonora siempre presumieron de haber sido cuna de ese movimiento de regeneración social iniciado por el mártir de la democracia don Francisco I. Madero el 20 de noviembre de 1910.

Sin embargo, otros Estados aportaron recursos y contingentes humanos para sostener la lucha, primero contra Porfirio Díaz y luego, en 1913, contra Victoriano Huerta. Incluso, en los días de la división de los constitucionalistas (1914 y 1915)  en carrancistas y villistas, el centro y Bajío fueron teatro de las más feroces batallas entre los dos bandos.

Algunas personas mal informadas han afirmado durante mucho tiempo que Jalisco muy poco participó en el movimiento revolucionario; que prácticamente nos pasó de noche y los jaliscienses fuimos una especie de espectadores de esa guerra civil. Esto desde luego que es una falacia.

Desde finales del siglo XIX, principios del XX y en el desenlace del movimiento que culminó  con la Carta Magna de Querétaro en 1917, los tapatíos (por decir nativos de Jalisco), se desempeñaron con notable actividad: los principales precursores de la Revolución, como el abogado Wistano Luis Orozco en cuanto al reparto agrario y Manuel M. Diéguez por lo que ve a los derechos obreros,  son ejemplo de esa participación estelar.

Ahora bien,  Guadalajara apoyó al antirreeleccionismo y en ella tuvo lugar  el  preámbulo de fuego del maderismo; esto aconteció en una reunión reeleccionista de fecha 25 de julio de 1909, organizada para apoyar al señor Ramón Corral, candidato vicepresidencial porfirista; en tal acto, en vez de respaldo al señor Corral, se le repudió  junto a sus partidarios. A propósito de estos y con el afán de burla, aparecieron en varios puntos del centro guadalajarense, unos versitos que decían: “Porque no soy irracional/ por eso voto por Reyes/pues solamente los bueyes/necesitan de Corral. ¡! “

 En esa ocasión los antirreeleccionistas tapatíos provocaron un enorme escándalo; la represión hizo correr la sangre por la atroz intervención de los gendarmes del gobierno estatal. Este sucedido se divulgó nacionalmente y el mismo Francisco I. Madero, al comentarlo el 29 de julio, aseguró que ese hecho acreditaba que el pueblo estaba despertando y decidido a defender sus derechos. Por eso a tales sucesos se les conoce como “El bautizo de fuego de la Revolución”.

Como afirmó el bien recordado Licenciado Francisco Ayón Zester, citando lo dicho por  el Apóstol de la Democracia: “¿A dónde despertaba este pueblo, resuelto y valiente, como lo califica Madero? Pues a la Revolución y nada más que a la Revolución.

Entre los maderistas jaliscienses que arriesgaron su vida y estuvieron prontos, el 20 de noviembre de 1910, para secundar  con las armas el Plan de San Luis, destacan Enrique Calleros, Nicolás R. Casillas y Salvador Gómez. A estas alturas, nadie, pero nadie, se acuerda de ellos y en San Agustín, municipio de Tlajomulco de Zúñiga, hasta el nombre oficial de Agustín R. Casillas se relegó. Esto lo único que prueba es la indolencia de las autoridades (dizque emanadas de la Revolución) y la enorme ignorancia del pueblo, que debido a ello nada hace para reivindicar la memoria de tan esforzados luchadores sociales.

Los siguientes revolucionarios nativos de Jalisco, que destacaron en esos aciagos momentos y hasta con la vida pagaron su patriotismo, son varios. Entre otros podemos mencionar al autlense Isidro Michel (llamado el primer jefe revolucionario del sur de Jalisco) quien  comisionado por Madero en Ciudad Juárez, insurreccionó su región natal. Por el lado de Etzatlán resaltó Cleofas Mota y del cercano San Marcos era oriundo el futuro coronel Ramón Romero. Por Hostotipaquillo surgió Julián Medina, sus hermanos y un puñado de esforzados ciudadanos que lo apoyaron: a Medina se le recuerda más por el aún visible balazo del reloj de Palacio de Gobierno, que por su destacadísimo papel como jefe rebelde.

Siguiendo nuestro repaso de revolucionarios distinguidos no podemos dejar de mencionar al Gral. Eugenio Zúñiga, el hombre de Tlajomulco que encausara la carrera militar de Lázaro Cárdenas. Con luces propias brilló el Gral. e Ingeniero Amado Aguirre, del mineral de San Sebastián, quien llegó a cargos importantísimos ya terminado el movimiento armado, como embajador y ministro de Comunicaciones y Obras ´Públicas.

Entre las mujeres que participaron en la revolución, en primer lugar debemos tener a la maestra Laura Apodaca Anaya, quien desde 1910 apoyó al maderismo y los constitucionalistas le encargaron la dirección de la Escuela Normal para Señoritas. Siguiendo sus huellas, su hermana menor, Atala, se afilió al constitucionalismo  y se dedicó a difundir los principios revolucionarios.

Muchos otros personajes arriesgaron su vida y pelearon denodadamente por las reivindicaciones sociales de la revolución: Merced Cedano, de Villa Corona y notable promotor del agrarismo; el licenciado Miguel Mendoza López S., a quien se le calificó como radical y socialista; Bruno Moreno, maderista desde 1909 y que se levantó en armas por Zapotlanejo contra el gobernador Alberto Robles Gil y luego fue antihuertista, etc. etc.

En cuanto a hechos de armas, son memorables las batallas de Orendain, que acabó con el huertismo en Jalisco, precipitó la caída del usurpador Huerta y permitió la toma de Guadalajara el 8 de julio de 1914. La sangrienta batalla de la Cuesta de Sayula, de febrero 17 de 1915, en la cual los villistas vencieron las fuerzas de Manuel M. Diéguez, pero con tales pérdidas que el Centauro del Norte, al felicitarlo por el triunfo, exclamó: “No cabe la felicitación, porque con otra batalla como ésta, se acaba la División del Norte.” Otro combate encarnizado, en el cual ahora los derrotados fueron los villistas, fue el de Tuxpan, sostenido del 22 al 25 de marzo de 1915, en el cual se registraron actos de prodigioso valor y gran técnica bélica.

Para concluir, reflexionando que el movimiento revolucionario culminó con la Constitución Política de 5 de febrero de 1917, anotamos la gran participación del jalisciense Luis Manuel Rojas, quien forjó las leyes más trascendentes del periodo preconstitucional, luego redactó el Proyecto de Constitución de 1917 y finalmente fue presidente del Congreso Constituyente de Querétaro.

Con lo anterior se acredita que Jalisco y sus hijos tuvieron relevante participación en la gestación, estallamiento y desarrollo de la revolución mexicana. Sin embargo a estas alturas, cien años después, los ideales de esos hombres y mujeres no se han cumplido a plenitud: la Constitución se ha reformado tanto, que ahora solo es un remedo de la Suprema Ley de 1917. Y en cuanto a sus avances sociales, se han estancado  o controvertido, de tal manera que la pobreza, la ignorancia y los autoritarismos siguen agobiando a los mexicanos.

Por lo anterior es que nos preguntamos, si no fue un sueño lo que quisieron dejarnos nuestros ancestros que fraguaron la revolución, o si ello quedó en una ilusión, porque a todos nos consta que los derechos humanos, las garantías individuales, la justicia social, la democracia y la distribución justa de la riqueza, siguen siendo un ideal, más cercano a la fantasía que a la realidad.

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