Las raíces en el lodo. Breve descripción de la etimología grullense.

Néstor Daniel Santos Figueroa

En muchas ocasiones me vi en la situación de explicar a conocidos y extraños el significado del nombre de mi pueblo natal, pues “grullo” es una palabra que difícilmente está en el vocabulario de un mexicano del siglo veintiuno, a menos que conozca de caballos. La única referencia que tenían era “grulla”, por lo que su duda daba un giro a la posible presencia de esas aves, a lo que siempre he respondido con un rotundo “no”. Así que recitaba la explicación que había aprendido de memoria: Se llama así por la hacienda alrededor de la cual se formó el pueblo, y que se llamaba “Zacate Grullo”, que a su vez tenía ese nombre debido a la abundancia de dicho zacate. Pero a esta afirmación seguía una tercera pregunta: “¿Y cuál es el zacate grullo ” Entonces respondía con cierta seguridad que era el “pataixte”, zacate común en los pantanos que se formaban antes de que el pueblo creciera. Con esta explicación se daban por satisfechos mis interlocutores y esta es la que aparece en prácticamente todos los documentos que hablan de El Grullo de manera general.
Además de responder a un nombre nada común cuyo significado es prácticamente desconocido, siempre ha sido notorio el hecho de que El Grullo es prácticamente la única población de la región cuya toponimia no tiene origen náhuatl. Justificaba esta idea al afirmar que es una ciudad joven, que a diferencia de sus vecinas no data de la época prehispánica, ni siquiera de la Colonia. Pero la historia dice que la primera expedición de españoles que pisó estas tierras encontró los asentamientos humanos de Zacapala, Ayuquila, Iztlán, Mayotlán, Cucuciapa y Tempizque. Sabemos que efectivamente nuestra población tuvo su origen en el asentamiento de “Zacapala”, que luego de una epidemia se movería a las cercanías del arroyo “El Colomo” y que, finalmente, se trasladarían a los alrededores de la hacienda “Zacate Grullo”. Esto ocurrió antes de 1830, año en que, de acuerdo a los registros, se asienta definitivamente la población, es decir, toma su lugar definitivo.
Entonces, la duda de por qué no había sobrevivido el topónimo náhuatl de la población me asaltaba y se acrecentaba al ver que en la toponimia oficial de Jalisco se validan el nombre de “Zacapala” y el glifo que lo representa para identificar al municipio, aunque su nombre oficial es “El Grullo”. Después de la Conquista, muchas poblaciones que tenían denominaciones de origen náhuatl se modificaron con nombres de santos y durante los siglos XIX y XX cambiaron por nombres de héroes que no tenían que ver con la región. Este no es el caso de El Grullo, por lo que parece que tomaría su nombre de las características físicas de su entorno, hecho común en rancherías y pueblos pequeños, y en la toponimia náhuatl. Lo que justifica la idea mencionada por Jerónimo Pérez en 1948 de que el nombre se debe al “zacate grullo” o “pataixte”, que abundaba en el lugar.
Sin embargo, los estudios de botánica no especifican cuál es la variedad de zacate llamada “pataixte”, y mucho menos indicios de que esta también recibiera el nombre de “grullo”. En un interesante estudio hecho por Francisco J. Santana se descubre una especie que podría ser considerada el zacate “grullo”, sin embargo no es concluyente. Esto nos lleva a pensar que entonces la palabra “grullo” que acompaña a “zacate” no tiene la función de sustantivar, sino que más bien es un adjetivo. Jesús Negrete menciona que la hacienda bien pudo llamarse “Hacienda Pataixte”, pero se eligió “grullo” por resultar más agradable al oído, y asegura que se llegó a esto por la figura retórica de la sinécdoque, y así, “grullo” haría referencia a una característica de dicho zacate, y que dicha característica es el color.
De acuerdo al diccionario de la Real Academia de la Lengua, la primera acepción de la palabra “grullo” hace referencia a un color, el cual refiere a una variedad de caballos de “color ceniciento”. Por esta razón, en algunos documentos y libros publicados se dice que el nombre hace referencia a la “abundancia de zacate de color ceniciento”. Ahora bien, si volvemos al topónimo “Zacapala”, algunas fuentes mencionan que su etimología es zacatl = zacate, palli = color (círculo de tierra roja) y tla = abundancia. El cronista de Tapalpa, en su reciente visita a El Grullo con motivo de los festejos del centenario, menciona lan = lugar y no tla. Esto, si bien reafirma la idea de que “grullo” se refiere a un color, difiere en cuanto al color mismo, ya que entonces éste sería rojo y no ceniciento. En lo que concierne a “abundancia” o “lugar”, me parece poco probable, pues, de ser así el nombre no sería “Zacapala” sino más bien “Zacapalatla” o “Zacapalatlan” (tal vez es un exceso de mi parte, pero lo menciono por dar seguimiento a mis ideas). De cualquier manera, lo interesante es que se hace factible el hecho de que los topónimos “Zacapala” y “Zacate Grullo” tengan una relación estrecha, pues en ambos se hace referencia al “zacate”.
Al buscar un poco más sobre la palabra “grullo” encontré el refrán que dice: “grullo, ni mío ni tuyo”. El significado de este refrán campirano no hace referencia al color del caballo, sino a la poca utilidad del mismo, es decir, el caballo “grullo” no es objeto de deseo porque es un caballo que no sirve. En la actualidad, el caballo grullo es muy apreciado, pero al pensar en el origen rural del refrán, es de suponer que no siempre fue así. Lo que nos lleva a pensar en la segunda acepción de la palabra “grullo” en el diccionario, que se refiere a adjetivos como “paleto, cateto, palurdo”, cuyo significado es “tosco, rústico”, y si atendemos al origen castellano de la palabra, este significado se extiende a “tonto, lento, aturdido” (de ahí la única relación con la palabra “grulla”, ave de movimientos lentos y torpes, que de ahí tomaría su nombre). Así pues, el mexicanismo “grullo” tendría su origen, no en el color de la variedad del caballo sino en esas características que lo devaluaban en aquellos días. Un caballo “grullo” era un caballo “tosco, rústico, tonto, lento, aturdido”. Ya con el paso del tiempo, al adquirir con la crianza características que lo harían valioso, el adjetivo se referiría al color.
Retomando el topónimo náhuatl, “Zacapala”, busqué la etimología anterior y encontré resultados diferentes. Consulté el Vocabulario en lengua Castellana y Mexicana, y Mexicano y Castellano (Porrúa, 2001), de Fray Alonso de Medina, escrito en el siglo XVI, el Diccionario del Náhuatl en el español de México (UNAM, 2009) y el Diccionario de la lengua Nahuatl o Mexicana (Siglo XXI, 1996). En los tres encontré que zacatl = zacate y palli = tintura negra, barro negro para teñir, entonces, la diferencia está en el color al que se hace referencia, y que lo hace más cercano al significado del color “grullo”. Sin embargo, existe un pueblo llamado Zacapala, en el estado de Puebla, del que se menciona una etimología diferente aunque el glifo es prácticamente el mismo. De acuerdo a esta, Zacapala proviene de zacatl = zacate y palani = podrir, podrido, hediondo, sin tomar en cuento tlan o lan. Confirmé esta información en los diccionarios ya mencionados.
Esta etimología me parece más precisa para nuestro Zacapala, pues una característica del lugar que se menciona en los documentos, es la de tener pantanos que se formaban en el temporal y que al irse secando daban lugar a un lodo que sin duda era hediondo, pues era fuente de plagas de mosquitos. En esos pantanos crecía el zacate, y al secarse, dicho zacate se pudría. Si a esto le añadimos un dato curioso, una acepción que encontré en el Diccionario Enciclopédico Ilustrado Oceáno Uno, en la que “grullo” también significa “pegote” (o “pegoste” como decimos en El Grullo) y esto hace referencia a un emplaste (que bien puede ser de lodo). Y si tomamos en cuenta que en el español del siglo XIX las palabras se usaban con significados que ahora no están vigentes, podría ser que “grullo” hiciera referencia tanto al zacate podrido, como al lodo en el que se pudría el zacate. Podemos entonces pensar que el dueño de la hacienda, al buscar un nombre para la misma, bien pudo pensar en respetar el nombre “Zacapala”. Pero al ser un orgulloso latifundista español prefirió usar su “traducción” y, ya que “Zacate Podrido” no resultaba agradable al oído, decidió usar la palabra castellana que más se asemejaba a las características de ese zacate podrido, tosco, hediondo e inservible que crecía en los pantanos del lugar: “Grullo”.
Esta afirmación puede resultar molesta para un grullense conforme con lo que hasta ahora se sabe respecto al origen y raíces de su pueblo. No pretendo cambiar lo que ya se ha escrito. Esto es solo fruto de la curiosidad y deseo genuino de saber un poco más de esas raíces, de reflexionar en el hecho de lo sencillo que es engancharse a una idea y generar toda una perspectiva y una tradición que al final puede no tener raíces, que todo está fundado en un mito o en la apatía por no investigar un poco más. Pensar que el nombre de El Grullo pudo tener origen y raíz en un asentamiento prehispánico, al plantear que “Zacate Grullo” es una “castellanización” del topónimo náhuatl “Zacapala”, como grullense, me invita a investigar más sobre ese asentamiento indígena, esa gente que se aferró a esa tierra a pesar de las plagas y pobrezas. Al final, es la búsqueda de la propia identidad, esa que verdaderamente necesitamos conocer para poder reconocernos como individuos y personas partes de una sociedad. Ese descubrimiento interior que aún no concluye, que se ha ido forjando por el pueblo en el cual nací, un pueblo que pertenece a México, un lugar plagado de sus orígenes, una comunidad que tiene una identidad formada a través del tiempo y que la hace diferente al resto del mundo.

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