Gobernantes Gastalones.

Por Pedro Vargas Avalos.
Un tema constante que deja muchos resabios entre la población, es la de como gastan el presupuesto los gobiernos en turno. Claro, aquí más bien debemos decir, los gobernantes durante su ejercicio de gobierno.
Ya sabemos que a nivel ejecutivo estatal (igual que en lo federal) los períodos gubernamentales son sexenios y en el orden municipal, trienios, lapso de tiempo igual para diputados ya sean locales o de la federación.
Lo que es común denominador en unos y otros, es la discrecionalidad con que disponen de los recursos públicos, que teóricamente solo deben ser destinados para servicios y obras de interés general, incluido el gasto corriente de la burocracia.
La ciudadanía en tal renglón del erario no tiene mayor intervención (como en muchos otros aspectos del quehacer público), porque para los gobernantes siempre son una molestia, a pesar de que en el discurso aseguran que todo lo hacen para servir los gobernados. Sin embargo ya sabemos que del dicho al hecho, hay mucho trecho.
Hace años, hablando de la hacienda municipal, se nos decía que los ayuntamientos la única hacienda que tenían era la “de la Flor”, aludiendo a la popular canción de Juan Charrasqueado, porque en cuanto a dinero, eran unos verdaderos pordioseros. Se luchó desde las trincheras ciudadanas y al final de cuentas se les dio muchos recursos, con el ánimo de fortalecer a las municipalidades, y con ello mejorar sensiblemente los servicios que deben brindar a la comunidad.
El resultado está a la vista: los gobernantes municipales lo que hacen es repartirse como botín el presupuesto, abusar del poder durante su período, tener menospreciados a los ciudadanos y dejar con enormes deudas a la municipalidad. A pesar de ello, enseguida como buenos trapecistas (o chapulines, dicen muchos), en vez de que se les finquen responsabilidades, pasan a ocupar otro puesto, ya de elección popular o por designación, pero eso sí, con jugosos sueldos y atractivas prebendas.
El mal está generalizado en todo el país, por lo que dar ejemplos es fácil. A pésimos gobiernos y malos manejos del dinero público, se les premia en vez de castigárseles. Es por ello que no se puede corregir tal desfiguro y seguimos padeciendo gobernantes gastalones.
El caso reciente de Jalisco (para no invocar el trillado del pavoroso endeudamiento de Coahuila o el de las pensiones vergonzosas de los expresidentes de la república) es revelador. El llamado “góber piadoso” (porque daba millones a la iglesia o empresas poderosas) es elocuente: pidió un préstamo sin permiso del Congreso y no lo pagó. Dice que fue para no quedar mal con los juegos Panamericanos, pero no lo comprueba y menos lo justifica. En el mismo capítulo está la Legislatura, que debe más de 400 millones indebidamente y a nadie se le hace responsable; y parecido problema heredaron los ayuntamientos, encabezados por el de Guadalajara cuyas deudas son de más de tres mil millones de pesos.
¿Qué hacer ante tan monstruoso problema? Por lo pronto exigir a los gobernantes, desde todos los medios, que actúen con responsabilidad, eficacia y honradez; enseguida, promover cambios en las leyes para garantizar que solo lleguen a cargos públicos, verdaderos ciudadanos con sentido de servicio a la sociedad y principios de civismo. Y en el caso de que fallen, asegurar que se les castigue para que sirvan de ejemplo.
No hay de otra: o nos renovamos o seguiremos en picada, padeciendo gobiernos fallidos y sufriendo arbitrariedades de impúdicos gobernantes gastalones. Este debe ser nuestro propósito de año nuevo.