INFORMES.

POR PEDRO VARGAS AVALOS
Por estos días están de moda los informes. Los puso en marcha el presidente de la república el pasado uno de septiembre y los continúan los alcaldes de la municipalidades jaliscienses en este llamado mes de la Patria.
Desde luego que es muy sano que los responsables de la administración pública rindan cuentas detalladas de sus actividades. Por medio de ellas se supone que debemos enterarnos de cómo marcha tanto la nación como cada uno de sus municipios.
El informe correspondiente al ejecutivo estatal, como se lleva a cabo en el inicio de febrero, queda algo desfasado de la “informitis” septembrina. Sin embargo lo que se diga de unos y otros, es aplicable al del gobernador.
A ejemplo de cómo era antiguamente el informe presidencial, o sea en los tiempos del carro completo priísta que le valió ser calificada como la “dictadura perfecta” por el laureado escritor Mario Vargas Llosa, se repetían los elogios en el caso de los mandatarios de entidades federativas y de los presidentes municipales. Incluso, en organismos públicos como la Universidad de Guadalajara y semejantes, los informes eran ocasión de cataratas de adulaciones y aplausos.
Esa costumbre cortesana, hizo que en su momento al día del informe se le rebautizara como “El Día del Presidente”, lo cual se repetía en cada ámbito de gobierno: Día del Gobernador, Día del Presidente Municipal.
Pero llegó la transición democrática, y si bien no cambió la conducta de los políticos, porque siguen siendo igual o peor de indolentes, si varió ciertos aspectos. El más importante en cuanto al gobierno federal y el estatal, fue que ya no acudieron los titulares del poder ejecutivo a rendir sus cuentas ante el Congreso correspondiente.
Solo los primeros ediles siguieron la norma de informar ante sus regidores, con la ventaja de que como su planilla es inmensamente mayoritaria, sus correligionarios les cubren las espaldas ante las críticas e impugnaciones de sus opositores.
Por lo que ve al primer magistrado nacional, tuvo la ocurrencia de realizar una parodia de informe al día siguiente del que entrega su mandadero al Congreso. En este acto, al que acuden solo los invitados del mandatario, todo es felicidad y desbordamiento de lisonjas. De igual manera, guardando proporciones hace el ejecutivo local.
Por lo que ve a los tres ámbitos de gobernó, es típico que antes y después nos bombardean con publicidades de grueso calibre a los ciudadanos, diciéndonos los múltiples logros de su administración y haciéndonos creer casi, casi, que vivimos en Jauja.
Lo cierto es que la esencia de lo que significa información y rendición de cuentas republicanas, se extravió. Por ningún motivo debió permitirse que los mandatarios dejaran de asistir personalmente a rendir su informe: acudir ante quien representa al pueblo y mal que bien, es el reflejo de nuestra modesta democracia, sería lo menos que deberían de asumir los gobernantes. Pero le dan la vuelta a su obligación democrática y se echan sobre el cómodo recurso de montar una caricatura de informe y así recibir alabanzas sin medida.
Por lo anterior es que a la ciudadanía, en la realidad no le interesa saber lo que diga el presidente, el gobernador o el alcalde. Y los informes, a pesar de su intensa publicidad, no sirven para mayor cosa que no sea reverenciar y ofrendar pleitesía a los que tienen el encargo de presidir gobiernos. Y estos se regodean con tales aplausos.
Urge que rendir cuentas se reestructure, y que los informes sean realmente escuchados por el pueblo, otorgando a éste mecanismos para que puedan libremente opinar sobre ellos. Y que los gobernantes hagan caso a esos puntos de vista.; que se enseñen a escuchar al ciudadano, y recoger las críticas de sus opositores; lo que implica que presidente, gobernador o alcalde, acudan personalmente para rendir su informe respectivo. De otra manera, estos sucesos seguirán tibios, mediocres y por lo tanto, sin mayor interés para los ciudadanos.

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