Renuncio a mi Machez

Rodolfo González Figueroa

 RODO

Pensandolo bien y, sobre todo sintiéndolo, mi ser hombre no sólo puede ser siempre fuerte, rudo, proveedor, mandón y luchón.

Basta, a nosotros los hombres nos toco heredar por cultura, costumbre, educación o imposición el rol de dureza, insensibilidad, actitudes enérgicas. Por harto tiempo hemos estado encasillados en la posición de macho, patriarca canijo que se las da de muy cabrón pero le tiemblan las patas al cambiar un pañal mientras hace de comer.

Esta sociedad actual tan perversa como liberadora, no aguanta más los estereotipos y las normas sociales que a los hombres  nos han encajado a guevo desde que éramos niños., Los hombres no lloran. Solo las niñas sólo juegan con trastecitos. Roles rígidos que urge quebrantar.

Híjole, quizá esto debería estar siendo dicho por una mujer, pero yo que soy muy macho no me aguante las ganas de decirlo. A este mundo le urge la despatriarcalización, y a este país la desmachización. Tanto daño hemos hecho los hombres a la sociedad intentado siempre ser los más cabrones y aparentar valentía, coraje, ostentando poder, ensalzándonos con nuestros tan superfluos logros que ni siquiera nos acercan al más básico de los principios humanos, entender a nuestra pareja y, más aún, a nuestras hijas e hijos. Los hombres lo hemos arruinado tanto que no podemos al menos sensibilizarnos. Hemos perdido la capacidad intuitiva y regenerativa de la vida que ahora solo las mujeres guardan.

¿O acaso usted amigo querido es uno de los padres raros que se a atrevido realizar eso de la maternidad compartida gozando del asunto y postergando al mismo tiempo el juego de pelota con sus amigos¿.

Si es así, bienvenido a la nueva masculinidad. Reconozcamos que Pápas hombres, Sacerdotes hombres, Presidentes Hombres, Científicos Hombres, Boxeadores Hombres, Futbolistas hombres, Diputados Hombres, Maestros, Doctores, Arquitectos hombres… toda esa machez no ha hecho más que echar a perder esta larga trama de la condición humana.

Enseñamos a nuestros hijos a ser fuertes y ocultar los sentimientos. Y al mismo tiempo sometemos a nuestras hijas al aprendizaje exclusivo y claustrofóbico de la cocina, a la obediencia al hombre y a la absurda costumbre de la abnegación. Al tiempo que mientras ellas crecen se les impone la cultura del maquillaje, negar la belleza propia original y auténtica, convertir al cuerpo en objeto de consumo y desarrollar apariencias únicas para el gusto del macho.

Pero no. Estos tiempos tan revolucionarios como el partido que promueve el machismo patriarcal, no toleran esta situación. Existimos hombres que demandamos salirnos del rol mandón tanto como que existen miles y millones de mujeres en emancipación contra el machismo estructural o el machismo de estado o el cabrón pinche machismo macho machón.

Pero nosotros, los entre comillas, paréntesis, mandilones, mandados, jotos o maricas comenzamos a reivindicar estas otras-viejas-nuevas formas de conyugalidad o masculinidad. Caray, suena raro. Es decir, intentamos revalorizar, rescatar, retomar maneras alternativas de relaciones de pareja. Donde se relega el principio vertical y ortodoxo del hombre proveedor y mandón y en cambio se practica la horizontal manera de decidir-ser-concebir-reproducir la vida en pareja.

O sea que así como hay amigas-hermanas feministas que tercas siguen luchando por sus derechos en equidad e igualdad, también habémos hombres que ya nos enfadamos de vivir aparentando el rol de hombría y liderazgo. Y no es que seamos homosexuales, gays, que bueno fuera. Sino que simplemente estamos reconociendo nuestra inherente sensibilidad hacia la vida misma, hacia la diversidad, hacia la multiplicidad de capacidades en completo reconocimiento de equitativos derechos.

Si, lo recalco, yo no soy macho. Soy solo un hombre, un simple ser que sólo se diferencia de la mujer porque tiene pene y espermas, capaz de eyacular en tan sólo unos minutos y aportar el esperma necesario para un mágico, sublime, celestial útero de una mujer capaz de reproducir y dar la vida, ser cuna, hogar y templo de salud para las nuevas generaciones. Que sabe conservar la dignidad, el conocimiento, la fuerza, el coraje. Que almacena la fuerza necesaria para soportar discriminaciones crónicas, exponenciales, políticas de estado misóginas, violentas, antifemeninas, educación sexista, publicidad lacerante, y prácticas violatorias del derecho a decidir.

Chingado, nosotros los hombres ya estamos a tiempo de reconocer que somos el sexo débil y si es que queremos que siga viva nuestras especie en este maltrecho planeta urge que nos feminicemos un poco.

¿O no cabrón¿

Comments

comments